Volví a México por tercera vez en menos de un año por una razón: Ser voluntaria en el Albergue para Migrantes Hermanos en el Camino.
¿Cómo supe de la existencia de este lugar?
Durante los meses que pasé en Tulum, conocí a una chica que me contó su plan de pasar unas semanas colaborando en el Albergue para Migrantes de la Ciudad de Ixtepec. Desde entonces no conseguí desprenderme de la idea de hacer lo mismo durante mi viaje por América.
La verdad es que, antes de esa conversación, lo poco que conocía sobre la situación migratoria en México lo había aprendido a través del documental La Bestia:
Más allá de lo que se explica en este documental, no sabía mucho más. No conocía que existe una red de albergues en todo México que ayudan de diferentes maneras a los migrantes centroamericanos que están de paso por el país. No sabía tampoco que muchos migrantes no emigran por motivos económicos, ni que tienen beneficios legales por haber sido asaltados y/o abusados en territorio mexicano. Tampoco sabía que México se estaba convirtiendo en un país de acogida.
En fin, se podría decir que no sabía nada sobre la migración en México. Por ello tenía tantas ganas de hacer ese voluntariado.
Puede que tú, como yo antes de llegar a Ixtepec, conzcas poco sobre este asunto. Por eso creo que la mejor manera de contarte mi experiencia en el Albergue Hermanos en el Camino es yendo por partes.
Comenzamos por lo más básico:
¿QUÉ ES UN ALBERGUE PARA MIGRANTES?
Básicamente, un Albergue para Migrantes es un lugar de acogida para todos aquellos que están de paso en un país por razones migratorias. Los albergues están extendidos por toda la República. Podemos encontrarlos en Tabasco, Chiapas, Oaxaca, Estado de México y hasta en Baja California. Estos lugares se comprometen a ofrecer comida y un espacio en el que dormir de forma totalmente altruista.
Esos servicios pueden extenderse desde tres días hasta años, dependiendo de la situación del migrante y de las características del albergue. En el caso del albergue para migrantes Hermanos en el Camino, además de comida y alojamiento, ofrecían a los migrantes asesoría legal para tramitar visados o solicitar refugio en México. Por ello, algunos llegaban a prolongar su estancia allí durante meses o años.
¿QUIÉNES SON LOS MIGRANTES?
La mayor parte de la población que llega a los albergues para migrantes es centroamericana. Durante el mes que estuve en el Albergue de Ixtepec, la mayoría llegaban de El Salvador y Honduras, debido a los graves problemas de violencia que hay en esos países. También había gente de Guatemala, Nicaragua e incluso a veces pasaba algún cubano y mexicano.
Es importante saber que no solo migran hombres adultos con la intención de establecerse en un país y solicitar la reunificación familiar. Es sorprendente también la cantidad de mujeres que migran solas o con sus hijos. Incluso hay familias que deciden embarcarse en el viaje con sus bebés y también muchos adolescentes salen de su país huyendo de las pocas oportunidades que este les ofrece.
¿POR QUÉ MIGRAN LOS CENTROAMERICANOS?
Las razones que llevan a alguien a dejar su hogar para construir una nueva vida en un país diferente son infinitas. Algunos de ellos ya tienen su vida en Estados Unidos, pero la migración del país los deportó; otros huyen de las maras y pandillas o son perseguidos políticamente. Algunas mujeres salen de su país por las amenazas de muerte de sus exparejas y hay personas que simplemente quieren mejorar sus condiciones económicas.
Sean por las razones que sean, la situación de los migrantes en México podría clasificarse de la siguiente manera:
- INMIGRANTES ILEGALES: Son aquellos cuya intención es quedarse en México pero su situación no es regular ni pueden regularizarla. Quieren vivir y trabajar en México para mejorar su economía y poder vivir mejor de lo que lo hacen en su país.
- REFUGIADOS: Son todos aquellos migrantes que huyen de su país por persecución política o por situación de violencia. En esos casos, México puede considerar su estatus de refugiado y ofrecerles un modo legal de residir dentro de sus fronteeras. La mayoría de personas que solicitan refugio son salvadoreños y hondureños que son perseguidos por las maras o se han visto involucrados en situaciones políticas que hacen peligrar su vida. México también ofrece un estatus de refugio para aquellos que pertenecen a comunidades indígenas, pero la triste realidad es que pocos de ellos conocen sus derechos o incluso les da vergüenza reconocer su origen indígena.
- MIGRANTES: Aquellos que están de paso por México. Su destino final suele ser Estados Unidos, pero por su situación ilegal se ven obligados a cruzar este país por tierra intentando esquivar todos los controles migratorios.
¿EN QUÉ ESTADO LLEGAN LOS MIGRANTES A LOS ALBERGUES?
Algunos migrantes viajan a México en taxi, otros se arriesgan a tomar los autobuses a pesar de los controles migratorios que existen en el norte y sur del país, y también hay (por suerte cada vez menos) quien sigue arriesgando su vida en los trenes. Pero la realidad es que la mayoría llegan a pie.
Sí, a pie.
Para que te hagas una idea de la hazaña que es llegar a pie a un país, imagínate el famoso Camino de Santiago. Seguro que has oído hablar de él o incluso puede ser que lo hayas caminado. Son más de 900 kilómetros de recorrido a pie por el norte de España, desde Francia hasta Galicia. Los caminantes suelen prepararse con un buen calzado y equipaje para aguantar bien la travesía y, aún así, casi todos llegan con los pies destrozados.
Pues bien, imagínate que todos estos migrantes centroamericanos recorren una o varias etapas del Camino de Santiago, pero este no está señalizado y en el camino tienen que esquivar a la policía, a los asaltantes, extorsionadores y violadores. Imagínate, además, que no tienen un buen calzado, ni ropa de abrigo, ni medios con los que asearse por el camino. Como es lógico, en medio de esa situación, la mayoría de ellos llegan enfermos, sucios, con el único calzado que tienen destrozado y con los pies adoloridos hasta el punto de no poder dar ni un paso más.
Además, todos y cada uno de ellos pagan sus impuestos en el país en forma de asalto. Los que tienen más suerte logran esconder su documentación y un poco de dinero en las costuras de sus pantalones (si es que no deciden quitárselos también) y los que tienen menos suerte llegan apaleados y sin zapatos. En cuanto a las mujeres, muchas de ellas no logran escapar de la violación y en algunos casos las dificultades añadidas del camino las llevan a vivir fuertes episodios de estrés postraumático.
Si todo este cóctel lo condimentas con el ingrediente de la soledad, es comprensible incluso notar que algunos muestren síntomas de estar al límite de la locura, si es que no lo han rebasado ya.
EL ALBERGUE PARA MIGRANTES HERMANOS EN EL CAMINO
El Padre Alejandro Solalinde creó Hermanos en el Camino en el año 2007. Desde entonces, este albergue no ha dejado de ofrecer alimentos y posada a todos los migrantes que pasan por Ixtepec. Además de esos servicios básicos, este albergue también ofrece asesoría médica y legal. Como cada albergue para migrantes es un mundo, en esta entrada solo voy a poder dar referencias desde mi experiencia personal en el Albergue Hermanos en el Camino.
A continuación voy a contar un poco más extensamente las características del albergue y cómo fue mi voluntariado allí.
IXTEPEC
El albergue se encuentra en esta ciudad del istmo de Oaxaca que se ha hecho conocida -además de por las muxes, los bordados y sus tradiciones-, por los fuertes temblores que esta zona sufrió el pasado mes de septiembre.
Llegué a Ciudad Ixtepec el 7 de septiembre, justo unas horas antes del fuerte temblor que devastó la ciudad, Juchitán y sus alrededores. Personalmente, no viví el momento del temblor con demasiado temor (incluso creo que ni me di cuenta de la magnitud del problema), pero el caos que se formó en el albergue y las dificultades de poder contactar con mi familia en esos días hicieron que me costara adaptarme a la rutina frenética del lugar.
Aunque considero que fuimos enormemente afortunados (más allá de unos edificios quebrados y un buen susto por parte de una migrante que sufrió un paro cardio respiratorio, no sucedió nada grave a las más de cien personas que en ese momento dormíamos en el albergue), la situación de excepción que se generó durante las tres semanas que estuve en Ixtepec me impidieron conocer la ciudad y sus alrededores. Así que si has llegado hasta aquí buscando información sobre la zona, solo te puedo dar una información muy básica del lugar:
¿En qué te afecta todo eso a ti como turista/viajero/voluntario?
La verdad es que te afecta poco. Esos tipos de problemas, por desgracia, tienen como objetivo a los migrantes. Sin embargo, todo ello hace que se respire una atmósfera muy densa dentro del albergue e incluso en la ciudad, por ello puede que muchos de los que pasan por Ixtepec sienten una profunda sensación de peligro o animosidad.
En cuanto a los desastres naturales, la verdad es que Ixtepec está en zona sísmica, así que es imposible asegurarte que allí estarás a salvo de los temblores. De hecho, cuando me fui de allí, la tierra seguía temblando y la alarma de una posible réplica fuerte seguía flotando en el aire. Sin embargo, a pesar de los riesgos propios de la zona, hay que decir que deberías tener muy mala suerte para que justo a ti te afectara un temblor de forma directa y fatal durante tu paso por la ciudad. Los más afectados por estas situaciones, en realidad, son los mismos istmeños que pierden su casa y a veces incluso la vida.
LOS CONTRAS DE MI EXPERIENCIA COMO VOLUNTARIA EN EL ALBERGUE PARA MIGRANTES
Como he dicho, mi llegada al albergue coincidió con una situación de emergencia que complicó mucho las cosas para el buen funcionamiento del proyecto. Además, creo que todos los que se encargan del funcionamiento del albergue hacen lo mejor que pueden una de las tareas más difíciles del mundo: Servir a la gente.
Si de algo me di cuenta durante las tres semanas que estuve tratando con los migrantes, es que ayudar a los demás no es fácil y convertirlo en tu trabajo puede llegar a desgastarte mucho. En un albergue hay muchas necesidades y la gente que llega allí está en un estado de supervivencia. Eso quiere decir que, como es totalmente lógico, van a mirar por ellos y sus necesidades y van a hacerte saber todo el tiempo cuáles son estas.
En algunos momentos podrás ayudarles y en otros no, y cuando no puedes hacer nada por ellos, puede que se pongan tan pesados que incluso te preguntarás para qué viniste a ese lugar. Además, por si este trabajo no fuera lo suficientemente difícil y la situación del temblor no hubiese complicado las cosas, Alberto Donis, uno de los pilares del albergue, falleció en un accidente de coche unos meses antes de mi llegada al albergue. Eso fue otro golpe bajo para los Hermanos en el Camino y su ausencia desestabilizó visiblemente la organización.
Dicho esto y teniendo bien presentes las dificultades por las que pasaba el albergue en esos momentos, quiero nombrar algunas cosas que no me gustaron de la coordinación del lugar. Creo que es necesario que todos aquellos que se plantean un voluntariado allí las tengan bien claras para que vayan con una imagen bien amplia de la situación en la que se pueden encontrar.
- La coordinación del albergue no estaba clara: A veces las intrucciones eran contradictorias y parecía que cualquiera podía contradecir las instrucciones que te había dado el coordinador de cierta actividad.
- No había un coordinador de voluntarios: De mi introducción al albergue se encargó otra voluntaria que apenas llevaba una semana en el lugar. A medida que pasaban los días yo misma tuve que ir aprendiendo cómo se organizaba el albergue.
- No se motivaba a los voluntarios: A parte de introducirnos a las rutinas diarias del proyecto, no se nos animaba a crear actividades nuevas, ni se nos daban ideas ni tampoco se nos facilitaba el acceso a los materiales para poder llevarlas a cabo.
- El albergue parecía un proceso burocrático: Las rutinas del albergue estaban tan establecidas y algunos de sus coordinadores llevaban tanto tiempo haciéndolas que costaba introducir nuevas ideas. Además, aunque la mayoría de coordinadores hacían su trabajo con empeño, se notaba la falta de interés y motivación por parte de algunos, que parecían ceñirse a sus dos tareas de turno sin preocuparse de nada más.
- Se interrumpía el proceso de registro: Para garantizar la seguridad del albergue, había que cumplir un proceso de registro a todos los migrantes que llegaban. Muchas veces ese proceso se veía incompleto debido a la escasez de personal y a la falta de formación del resto de voluntarios.
- Algunos migrantes se sentían inseguros: Este es el problema más grave de todos. Debido a los registros incompletos y a la rutina burocrática del albergue, se dieron situaciones de amenazas a migrantes y llegaron algunos avisos de que dentro de él se encontraban integrantes de maras y polleros (personas que se lucran con el tráfico humano).
PROS DE MI EXPERIENCIA COMO VOLUNTARIA
Quizás la lista de contras da una imagen nefasta de mi experiencia como voluntaria en el albergue para migrantes de Ixtepec, y la verdad es que a pesar de todo ello, tengo un recuerdo positivo de mi paso por ese lugar. Estoy profundamente convencida de que proyectos como estos son muy necesarios y, para contrarrestar toda esta negatividad, ahí va mi lista de razones por las que merece la pena la experiencia de voluntariado en este albergue.
- La tarea de los albergues para migrantes es absolutamente necesaria: Los migrantes son los últimos a quienes se les reconocen sus derechos humanos e incluso a veces ellos mismos los desconocen. Lo que me gustó del albergue de Hermanos en el Camino es que no se trabajaba solamente para ofrecer un descanso en el camino a los migrantes centroamericanos, sino que además se les asesoraba legalmente y se preocupaban de que conocieran sus derechos.
- Aprendí sobre la situación migratoria en México: Antes de mi experiencia en el albergue no habría podido escribir ni dos líneas sobre la situación de los migrantes centroamericanos durante su paso por México. Gracias al voluntariado, conocí la situación de los migrantes de la mejor manera posible: tratando directamente con ellos y sus dificultades.
- Me conocí un poco mejor: No voy a negar que este voluntariado me daba un poco de respeto. Sé que soy introvertida y el trato con la gente en ocasiones me desgasta mucho. No pensé que se me diera bien trabajar en un lugar que se dedica a servir a las personas, ni que fuera a desenvolverme cómodamente en ese lugar lleno de más de cien migrantes. Todo eso que ya sabía sobre mí, lo corroboré trabajando allí (sí, la gente se me da mal), pero no sabía que iba a tener una tendencia natural para desarrollar actividades con los niños (pensaba que ellos también se me daban mal) y que iba a disfrutar pasar tanto tiempo con ellos. Sin darme cuenta, acabé organizando una guardería que a veces se ocupaba de dos niñas y a veces hasta de diez.
- Los migrantes: Sí, los adultos se me dan mal y a veces llegué a preguntarme por qué se me había ocurrido hacer este voluntariado, pero trabajar para migrantes te ayuda a conocer una parte del ser humano que te despierta toda la fe en el mundo. Ves situaciones de resiliencia increíbles, optimismo, esperanza, trabajo duro y, sobre todo, agradecimiento. Cuando ya estás harta de que todos crean que eres la fuente mágica que soluciona todos sus problemas, llega alguien que regala la comida que le donaron en un centro de acopio para que la disfruten todos los migrantes, o llega otro que te suelta un bonito discurso de agradecimiento; hay el que te da las gracias siempre que puede y el migrante que en su primer día y con toda la ternura del mundo te dice que «este lugar es muy bonito». Y tampoco falta esa chica que, antes de seguir su camino hacia el sueño americano, te deja una nota de despedida en tu mano.
¿VOLVERÍAS A SER VOLUNTARIA EN UN ALBERGUE PARA MIGRANTES?
Cuando me fui de Ixtepec me sentía agotada. La rutina del albergue, los temblores y todas las situaciones que viví cuando estuve allí me hicieron pensar que ese lugar y ese voluntariado no eran para mí. Ahora que ha pasado casi un mes, me doy cuenta de que echo de menos a Patito, la colochita del albergue que siempre le preguntaba el nombre a todo el mundo; echo de menos también darle mis limitadas clases de lectura a Ángel y ver sonreír a los niños cada vez que les proponía el repetido juego de pintar monstruos y casas.
Es difícil de explicar lo que se echa de menos de un lugar que representa todo lo que no debería existir: Las fronteras que nos dividen en clases y razas, la diferencia de oportunidades, el miedo, la huida y la violencia. Pero es reconfortante encontrar en un lugar como ese la pertenencia a una comunidad.
Durante tres semanas tuve como misión ocuparme del bienestar y seguridad de todos los desconocidos que cruzaban la puerta del albergue, vinieran de dónde vinieran y fuera cuál fuera su pasado. Ese trabajo ha sido el más difícil que he hecho en toda mi vida, pero también ha sido el que más me ha ayudado a despojarme de todas esas fronteras que creamos hacia el otro, y a recordar para siempre eso que las patrias se empeñan en hacernos olvidar; que todos somos migrantes.
Hola Irene!
Me uno al resto dándote las gracias por compartir una experiencia así de sincera, con lo agradable y lo desagradable que conlleva acercarse a una situación así de dura, y de común.
Imagino que estar en uno de esos lugares que como dices «representan todo lo que no debería existir» agita un poco la perspectiva de nuestro sitio en el mundo pero almismo tiempo te conecta con la esencia del ser humano.
Un abrazo,
Elena
Hola Elena!
Como bien dices, una experiencia así agita conciencias. Desde luego, ha enriquecido muchísimo este viaje. La repetiría sin dudarlo, a pesar de lo malo.
Un abrazo!
Un relato completo, profundo y honesto sobre un tema que tiene demasiadas aristas y demasiadas historias de dolor, violencia e injusticia. Me saco el sombrero por eso migrantes, que aún en su situación salieron a la calle a ayudar a los damnificados del terremoto. Solo admiración por su fortaleza
Sí. Fue impresionante ver lo rápido que se organizaron para salir a abrir caminos y ayudar a los que se llevaron la peor parte del terremoto en el sur de Oaxaca. No se merecen un aplauso, se merecen una ovación.
Me encanto tu lectura: franca, sincera y amena. Fue un gusto compartir contigo esaas semanas y especialmente esos dias despues del terremoto en el que estuvimos practicamente solas a cargo de tantass cosas. Jamas habria pensado que no se te daba la gente. Siempre vi ese angel que tienes con los niños, desde los primeros dias. Gracias por compartir y que emocion ver las fotos con tres personas a quienes hasta hoy, recueredo cada dia: Patito, Angel y Rosemary.
Abrazos hasta donde estes Irene.
Gracias Claudia!
Valoro mucho tu opinión pues tú, como yo, viviste la misma situación en el albergue. La verdad es que con los adultos tengo menos paciencia que con los niños, por eso a veces me desesperaba más con ellos.
Yo también me acuerdo mucho de Rosemary, Patito y Ángel. Espero de corazón que estén bien.
Un abrazo grande desde Querétaro!
Irene, me ha encantado! Creo que experiencias así, como tú dices son duras, pero a la vez creo que son muy positivas para uno mismo. Aportas tu granito de arena y encima te aporta muchisimo como persona.
Es una lástima que un proyecto así, no tenga suficiente gente que crea en él y pueda tirar del carro. Porque los recursos materiales son importantes, pero los humanos lo son más si cabe.
Gracias por compartir tu vivencia con nosotros! 😘
@sonie_ta (IG)
Gracias Sonia! Me alegro que te haya gustado. Lo más difícil es sobrellevar la sensación de que podrías aportar mucho más pero no sabes cómo. Pero definitivamente un proyecto como este es necesario y espero que, en un futuro cercano, la gente que tira del carro encuentre el método de hacerlo funcionar para un mayor beneficio de los migrantes.
Un abrazo!