No estaba preparada para Katmandú. No estaba preparada para volver a regatear el precio del transporte, del agua y de la fruta. Para volver a poner los cinco sentidos al caminar por la calle y subir a un autobús local sin estar segura de si me llevará a donde quiero ir. Durante los primeros dos días en Katmandú volví a sentirme como el primer día de viaje, pero con la ventaja de que sabía que no debía abrumarme por todo lo que sucedía a mi alrededor; acabaría por gustarme el caos. Sin embargo, a partir del cuarto día empecé a recordar con nostalgia la vida sencilla y apacible en Hualién y, para evadirme del ajetreo de la calle, mis ojos se perdían en las imágenes del Himalaya que decoraban las paredes del hostal.
Fui a Pokhara y tramité los permisos para el Parque Nacional de los Annapurnas describiendo en el formulario una ruta improvisada. Indiqué que completaría la ruta en quince días cuando en realidad, para lo que decía que iba a visitar, solo se necesitan seis. Por ello la señora encargada de los permisos marcó la casilla del Campo Base del Annapurna. «Quizás decides ampliar tu ruta en el último momento», me dijo. Parecía que tanto ella como yo sabíamos que una vista panorámica del Himalaya desde Poon Hill no iba a ser suficiente.
El cambio de planes no se hizo esperar. En el bus local a Nayapul conocí a Jung Hwa, una chica de Corea del Sur que se sentía atraída por el Annapurna, la montaña en la que, en el año 2011, murieron tres alpinistas coreanos. Durante la primera noche, mientras esperábamos una sopa de fideos y un arroz frito que tardaban dos horas en cocinarse, me convenció para alargar mi ruta hasta el Campo Base del Annapurna.
Después de dos días caminando llegamos a Gandung y, desde allí, subimos a Poon Hill de madrugada para ver el Himalaya. Si el día anterior había accedido a variar mi ruta con remilgos, ese mismo día, delante de esa sierra que parecía flotar en el aire, decidí que ya no me importaba si el poco dinero que traía conmigo no era suficiente o, si por emplear más días de los esperados en llegar al Annapurna luego no tendría tiempo suficiente para tramitar el visado para la India. De repente me pareció un pecado conformarme con ver esas montañas desde lejos.
Nos costó tres días llegar al Campo Base del Annapurna desde Poon Hill. Durante el camino el Annapurna Sur nos saludaba entre los bosques de bambú y los campos de trigo, pero no fue hasta llegar al Campo Base del Machapuchare que nos encontramos a los pies de los gigantes. Después de dos horas de camino (añádele media hora para unos pies no habituados al hielo), llegamos frente a cinco casas a las que les faltaba poco para estar totalmente recubiertas por la nieve. Parecía un milagro que alguien pudiera vivir en un lugar en el que solo había nieve, hielo y montañas.
El campo base del Annapurna recibe el sobrenombre de el Santuario de los Annapurnas. Me parece un nombre muy acertado para un lugar tan cercano al cielo. Es difícil no sentir veneración por esas montañas que nos rodean y parecen observarnos desde lo alto. Solamente en un lugar sagrado el silencio
Yo me fui directamente tras aterrizar en Katmandu a Besisahar e hicimos el paso de Torong La, cuando volvimos a Katmandu tras estar en la paz de la montaña… para mi fue un estres!!! me abrumó tanta gente, tanto caos y solo quería volver al himalaya. He de reconocer, que aún así, Nepal me ha conquistado y estoy deseando volver!
Yo es que soy de contrastes. Me gusta la pura calma y tranquilidad, pero de vez en cuando necesito ajetreo. Aún así, como el Himalaya no hay punto de comparación. Es toda una experiencia recorrerlo a pie.
Que hermoso se ve todo.
¡Lo es! Uno de los mejores momentos del viaje, sin duda.
Ja fa dies que vaig llegir la teva entrada però fins ara no t’he pogut comentar. Les fotos realment precioses!! T’havies plantejat fer l’Everest o algun d’aquests cims mes alts del món?? segur que ben poc et deuria faltar, jajaa. Ànims amb el processos de la India, segur que ha de ser un país ple de colors.:) Aquest pas et patejaràs tot Àsia 🙂
Unes fotos precioses Sire! És un paisatge màgic i espectacular… ha de ser molt difícil abandonar un lloc tan magestuós no? però el viatge ha de continuar i tu ets una nòmada molt aplicada.
M’ha agradat molt aquesta entrada, molt currada! Segueix així, passant-ho bé a cada passa que fas!
Una nòmada massa aplicada 😉
Gràcies per llegir-me sempre.
Precios!! quina enveja més sana! anims amb els.procesos per anar a la India!! 🙂
Gràcies! De moment no m’han posat pegues a l’ambaixada. Ara només em toca esperar.
Les montanyes sempre ajuden a veure el mon des d’una altre perspectiva 🙂
Ajuden a veure’l petit 🙂
M’he quedat bocabadat mirant les fotografies. Un paisatge extraordinari, com el teu post. Et trovabam a faltar. Un peto.
Bicabadada estava jo allà. Ho trobo a faltar…