Quanzhou ha sido el escenario de una despedida agridulce. Aunque es un poco arriesgado declarar esto sobre un país de más de 1.3 millones de habitantes y con una extensión territorial de 9.6 millones de km² dividida en 28 regiones que, a veces, no comparten ni siquiera el mismo idioma, tengo la sensación que en los pocos días que he pasado en esta ciudad he tenido un ejemplo bastante exhaustivo de la idiosincracia de este país.
Después de pasar las primeras semanas en la fría y bonita Yunnan, de festejar la Navidad en Xiamen y de vivir unos días en família en un pueblo de Fujian, Quanzhou ha sido la conclusión de un viaje por uno de los países más complejos de Asia. No he visto Pequín, ni Shanghai ni a los guerreros de Xi’An, pero me voy con la sensación de que en Fujian he conseguido entrever a este país entre bastidores.
Es fácil viajar por China sin enterarse de nada, y la culpa de ello es la barrera lingüística. Las paredes están llenas de eslóganes propagandísticos, pero sin estudiar unos cuantos años de chino una no entiende nada. A no ser que se pregunte por su traducción. Entonces una comprende que «sin el partido comunista China no habría progresado» y que, «para construir un país rico y fuerte, hay que controlar a la población».
Tropezarse con una reunión de líderes regionales también ayuda a entender China un poco mejor. Una reunión de políticos chinos no es muy diferente a una de políticos españoles: calle cortada y ciudadanos aglomerados en la entrada viendo desfilar a gente trajeada. La única diferencia es que no se oye a nadie protestar. O no. A los pocos minutos aparece una mujer con muletas, vistiendo un delantal que acusa a la policía de haberle roto la pierna. Pero tan pronto como llega, unos hombres que parecían ser simples espectadores o peatones la rodean.
Esta no es la señora de la que hablo, pero no son demasiado diferentes: Amas de casa que secan las verduras al sol, se ocupan de la comida y, quizás, incluso del negocio familiar.Ver cómo diez hombres arrastran a una señora por la calle y la encierran en una furgoneta anónima no es un espectáculo agradable. Aún menos si una mujer ordena a tu amigo borrar la foto que acaba de hacer a la matrícula del vehículo. Cuando los diez hombres empiezan a rodearnos entendemos que es mejor dejar de discutir y nos escurrimos entre los mirones.
Esta imagen es un juego de palabras: Es la caligrafía mal escrita de la palabra «corazón», lo que viene a darle el significado opuesto a esta palabra.Sabemos que si fuéramos chinos estaríamos ahora mismo acompañando a la pobre mujer en esa furgoneta, pero nuestra condición de extranjeros nos permite observar el espectáculo sin quemarnos los dedos; y juzgar demasiado a la ligera a todos esos espectadores que observan el drama detrás de la cortina. No sé a dónde se llevaron a la señora, pero paseando por las calles del barrio antiguo mi compañero me hablaba de palizas y acosos a ciudadanos. Entonces entendí a los mirones discretos y me pareció que la señora era una valiente.
Quanzhou no es solo policías de paisano. También son templos, casitas tradicionales, tortitas de arroz, tofu apestoso, espectáculos de música local y el hogar del filósofo Li Zhi. Pero el gusto amargo suele permanecer más tiempo en el paladar y, aunque me voy de China atrapada por su cultura, lengua, tradiciones y gente, no puedo dejar de preguntarme cuántas señoras, a lo largo y ancho de estos 9.6 millones de km², han sido metidas en una furgoneta por atreverse a denunciar las vergüenzas de su país.
No sé qué pensaría el filósofo Li Zhi de todo esto, pero los locales contemplaron la escena con su mismo rostro impasible.
Pfffff… Quanta repressió, hi ha tòpics que no ho són doncs.
Llàstima que no hjo siguin…
Muy buen post. Nos encanta leerte porque dices lo que ves y lo que sientes, no intentas ocultar estas cosas en la belleza del país dando una buena visión de lo que también ocurre en «el país más rico del mundo».
Por otro lado coincidimos en el comentario de Luisa, este pasado verano paramos un día en Chonquing y vimos todo lo que cuenta.
Nada mi niña a seguir disfrutando de ese viajazo! Un fuerte abrazo!!
¡Gracias! La idea es ser siempre lo más honesta posible.
¡Un abrazo!
Els que hem escoltat les vivencies dels nostres pares i hem vist el que passava en Espanya fa 45 anys no dista molt del que expliques, ara be, aqui per sort hi va haber gent que va treballar per canviar, llastima que ara hi ha politics que treballan pel seu profit i d’esquenes a la societat. A Xina suposo que al estar millorant economicament deixen de banda la politica, aqui aixo no pasava.
Suposo que el govern és prou intel•ligent com per saber que desenvolupant el país, la gent no pensarà que políticament estàn tan malament. A més ajuda que a Xina tenen un concepte diferent de política i la majoria dels ciutadans tenen una idea ben diferent a la nostra sobre el que ha de fer un govern pel país.
Molt interessant la entrada, és trist pensar que una societat pugui estar tan perjudicada, fins al punt de silenciar d’aquesta manera tan brutal… però bé, callo perquè pel camí que anem aquí, aviat serà semblant :S
La situació que vaig veure a Xina per desgràcia també s’ha vist a España més d’un cop a l’actualitat. La diferència és que a Europa la gent no viu amb por i es poden denunciar aquestes situacions.
si.. a vegades ens resulta més fàcil criticar el que fan malament a fora que veure el de dins, encara que sigui el mateix. Sembla que tot arreu està podrit igual 🙁
Coincido plenamente con tu sentir expresado en esta entrada. Viajé a lo largo de China, por mi cuenta, durante unas tres semanas y lo que vi fue un capitalismo salvaje y unas desigualdades sociales brutales. Estuve unos días varada en la gigantesca ciudad de Chongquin, al sur del país, y lo que vi fue lo siguiente: un cogollo central al estilo de Times Square con las tiendas más lujosas del mundo (Cartier, Gucci, Dior, etc.), con enormes hoteles de 5 estrellas, con bancos. Y alrededor de esa almendra de lujo, kilómetros cuadrados de subdesarrollo y pobreza.
Yo no he visto demasiada pobreza (solo algunos mendigos que suelen ser gente mayor, ciegos, sordos y paralíticos. Algo que es de esperar en un país sin un sistema de pensiones y sin escuelas para gente con otro tipo de capacidades). La verdad es que China me ha sorprendido para bien y para mal. Es un país muy interesante con una gente que lo está tirando para adelante, demostrando una fortaleza impresionante, pero políticamente da pena. Y la gente joven parece mucho más preocupada por vaciar los centros comerciales que en cambiar la situación política del país.