Lijiang es tal y como me lo contaron: precioso pero saturado de turistas. Después de un par de días en Baisha viendo nevar, ya había olvidado las tiendas de recuerdos y los turistas de Dali. Cuando llegué a Lijiang volví a acordarme de ellos y me pareció que me había equivocado. En Dali no había demasiados turistas, en Lijiang sí.
Cuesta fijarse en los detalles entre tantas tiendas de comida, joyerías, música, amaestradores de águilas, chicas disfrazadas… Una no sabe dónde fijar su atención. Por eso lo mejor en Lijiang es perderse. Seguir a ese chico local que pasea su perro y acabar tropezando con una calle vacía de turistas pero llena de mujeres lavando la ropa y la comida en el arroyo; levantar la vista y darse cuenta de que están frente a un templo budista. Entrar y encontrarse esto.
Si una se pierde siempre encuentra algo, como por ejemplo el mercado de Zhongyi, donde mujeres en bicicleta venden fruta y frituras en la entrada mientras mantienen un pie en el pedal por si viene la policía y tienen que huir. Más adentro están las verduleras, fruteas y carniceras, y escondido en un rincón hay un puestecito de comida que vende comida típica de Lijiang a la mitad de precio que los puestos de comida del centro histórico.
Si después de unas horas perdida por Lijiang una decide volver al hostal a descansar puede que se encuentre a alguien que le haga cambiar de idea:
– Hello!
– Hi!
– It’s so strange to find foreigners here! (¡Es tan raro encontrar extranjeros por aquí!)
– Where are you from? (¿De dónde eres?)
– Argentina.
– ¡Hola!
– ¡Española!
Jorge se perdió en Lijiang. Después de un viaje a China para estudiar las etnias de Asia se quedó atrapado por la cultura Naxi. Y aquí está, un año y medio después, viviendo en un pueblo cercano a Lijiang y aprendiendo la lengua naxi.
Es curioso cómo se transforma un lugar cuando encuentras a alguien que te enseña a leer sus señales. Después de dar una vuelta por el centro histórico con Jorge entendí un poco mejor Lijiang. De repente las calles dejaron de ser un bonito escenario de paseo y se convirtieron en un entramado de huellas de la cultura Naxi.
El señor vestido con una corona de colores y pieles ya no era un vendedor de cuadernos con dibujitos, si no un chamán que escribía libritos sobre las leyendas de su pueblo. Las chicas vestidas de rojo con el pelo recogido en un extraño moño no eran chicas disfrazadas, eran Lishu. Aunque aquellas chicas con un vistoso traje y sombrero enfrente del bar sí que estaban disfrazadas, pero de Moso, una tribu conocida como «el reino de las mujeres», por la poligamia que practican ellas.
Las paredes ya no estaban decoradas con bonitos frescos, si no que contaban el diluvio universal según los Naxi; o eran un diccionario Naxi-chino-inglés. Los bailes en la plaza no eran un espectáculo para turistas, si no un divertimento de los locales; casi una costumbre. (Más tarde, al volver al mercado, me encontraría a cuatro carniceras bailando y riendo mientras esperaban clientes).
Cuatro días en Lijiang no me han bastado para comprenderlo del todo. El tiempo ha sido demasiado frío y he estado demasiado ocupada extendiendo mi visado en China. Me he perdido el trekking por La garganta del tigre, Shangrila y un viaje en bicicleta alrededor de La montaña del dragón de jade. Digo que me lo he perdido porqué mañana viajo a Xiamen.
Tengo veinte días más en China y en vez de quedarme en Lijiang visitando todos esos lugares que aún no he tenido tiempo de ver, me voy a pasar tres días en el tren para llegar a Xiamen. Pensarás que me he vuelto (aún más) loca, y quizás tengas razón, pero una invitación para pasar las navidades y el fin de año en casa de una família local no se recibe todos los días.
Nakui, una chica que se ha convertido en mi amiga después de conocerla en Malasia y de pasar unos días con ella en Bangkok, me ha invitado a pasar unos días en su pueblo. Me ha dicho que no hay mucho que ver, pero que la comida es buenísima. Y como a mí se me conquista por el estómago, no he podido decirle que no.
La garganta del Tigre y La montaña del dragón de jade estarán allí cuando vuelva. Son una de las razones por las que quiero volver a Yunnan. Pero la oportunidad de seguir conociendo la cultura china desde dentro y de volver a ver a Nakui no puedo dejarla escapar. Así que ya sabéis, la próxima semana os hablaré desde algún lugar cerca de Xiamen.
Veus com si que et llegeixo? 😉 a la que tinc una mica de temps entro al correu a veure si tinc notificacions de nous posts teus! he vist que en tenia i per variar m’han encantat! Cada dia escrius i descrius millor, i realment m’has fet sentir com un turista indoor virtual mentre llegia com ho expliques tot. Una abraçada i bones festes Sire!!
Si puedes volver a Shangrilá, te lo recomiendo vivamente. No te puedes perder la zona de sus monasterios.
Me quedé con muchas ganas. ¡La próxima vez será!
Fantastic, el paisatje estara alla esperant, pero a les amistats no se les pot deixar escapar. Bon Nadal!!!!
Bon nadal!!