¿Cómo te imaginas un desierto mexicano? Yo me lo imaginaba como una extensión infinita de tierra dura y seca en la que solo podían crecer verticalísimos cactus de varios metros. ¿Tú también tienes esa imagen en la cabeza? Pues resulta que, sin saberlo, estamos generalizando el desierto de Hermosillo a todo México.
Pero a estas alturas del viaje, tú y yo ya sabemos que México son muchos Méxicos y que, por lo tanto, sus desiertos serán muchos desiertos.
Yo, de momento, solo conozco dos. El de Monterrey: árido, seco, duro, de montañas y de altura; y el de Cuatro Ciénegas: suave, blanco, blanquísimo, como esta imagen:
Las dunas de yeso son de esos desiertos que probablemente no vas a conocer si no te lo presentan. Había pasado seis meses en México y no fue hasta llegar a Monterrey que oí aparecer este lugar en las conversaciones. Al otro lado del charco, cuando se habla de México, se nos llenan los oídos de Caribe y de desierto al «estilo Hermosillo», pero no es hasta que se recorre este país de punta a punta que una se da cuenta del amplio abanico de paisajes que puede existir en un único estado mexicano.
El desierto mexicano también es diferente incluso a lo largo de pocos cientos de kilómetros. Desde las ventanillas del coche, las montañas áridas de Monterrey se fueron transformando en arena blanca y, luego, en extrañas formas moldeadas por el viento del desierto.
Las dunas de yeso, les llaman.
Reciben su nombre por el material del que están hechas: el yeso mineral, un elemento extrañísimo de ver en estado sólido en la naturaleza. Como la mayoría de los paisajes más impresionantes de la tierra, el desierto de las dunas de yeso apareció cuando las aguas del mar se retiraron de Coahuila. Desde entonces, el viento hizo el lento y constante trabajo de esculpir los castillos de arena que los visitantes del desierto tanto nos gusta escalar.
Esa fijación por llegar hasta las cimas de las dunas de yeso ha puesto el lugar en peligro. El calzado y tratar la arena del desierto como si fuera una playa ha llevado a la gente de Cuatro Ciénagas a proteger su patrimonio natural obligando a sus visitantes a entrar en él acompañados de un guía.
Honestamente, aunque el guía hizo énfasis en la prohibición de subir a las dunas con calzado y en modificar cualquier parte de su estructura, vi a varios turistas hacer oídos sordos a sus advertencias y, sobre todo a niños que jugaban con la arena bajo la mirada despistada de sus padres. Si el curso de las visitas sigue así, el desierto se convertirá en un santuario cerrado al turismo.
Sería una pena que la belleza de las dunas de yeso no pudiera ser contemplada, ni la cultura del desierto fuera explicada a los que hemos crecido lejos de sus orillas, pero nos atrae de forma inexplicable. De todos modos, aún sería más triste que esas obras que al viento le han costado siglos de trabajo se derrumbaran bajo los zapatos de cientos de turistas que no entienden que el desierto no debe ser más que un lugar de contemplación.
UN DESIERTO CON AGUA[su_divider top=»no» divider_color=»#dfc566″][/su_divider]
Otro de los tópicos caídos: En el desierto sí hay agua, y no es necesario escarbar hoyos para encontrarla; brota sola.
Entre la tierra blanca del desierto de Coahuila se abren pozas de agua subterránea que albergan la vida más antigua de la tierra. Solo he visto estromatolitos en dos lugares de México: Bacalar y Cuatro Ciénegas y ambos paisajes no podrían ser más diferentes.
Lo único que une a los estromatolitos de uno y otro lugar es el agua y, parece mentira que sea allí, en pleno desierto, donde algunos de estos organismos han conseguido vivir durante siglos. Estos seres que parecen simples piedras sedimentadas a las orillas de las pozas son tan delicados que no soportan los roces, el peso ni los cambios bruscos de ph. Por ello se tomó la decisión de prohibir a los visitantes zambullirse en sus aguas incluso aunque juraran que no estaban cubiertos de protector solar.
Pero yo me conformo con contemplarlas.
De esa agua subterránea también brota el río Mesquites en el que está permitido bañarse, , aunque también alberga la vida de esos delicados seres. Me parece paradójico que los estromatolitos de un lugar tengan el privilegio de no ser molestados, mientras que los del río tengan que soportar la música de banda de los domingueros de Coahuila.
Aún así, me sumerjo en las aguas haciendo equilibrios para molestarlos lo menos posible y me sorprendo al notar que la corriente ya ha sido entibiecida por la tierra y el sol, y que entre la blanca arena removida por mis pies aparecen peces que no tienen miedo de acercarse a conocer a quien se atrevió a invadir sus aguas.
Agua, peces y estromatolitos entre dunas de yeso. Quién me iba a decir que en México el desierto está tan vivo.
Info útil de Cuatro Ciénegas[su_divider top=»no» divider_color=»#dfc566″][/su_divider]
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- Cómo llegar: Desde Monterrey hay autobuses a partir de 353$MXN. Otra ruta más larga pero más barata desde esta ciudad, es tomando un colectivo hasta Monclova y de allí otro hasta Cuatro Ciénegas.
- Cómo moverse: La zona de las dunas de yeso y las pozas está alejada unos kilómetros del pueblo, así que para llegar allí te recomiendo hacer autoestop, pagar un taxi o contratar un tour desde alguno de los hoteles de Cuatro Ciénegas. Para llegar al río, que está más alejado, sí que es necesario recurrir al autoestop o alquilar un coche propio.
- Dónde dormir: Hay hoteles desde 320$MXN la noche. Mira aquí.
- Entrada: Tanto las pozas como las dunas de yeso tienen un costo de 30$MXN cada una y el acceso al río cuesta 80$MXN. Para las dunas de yeso es necesario ir con un guía, pero el precio de la entrada ya lo incluye.
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Rosi dice
¿Qué tiempo se hace de Monterrey a las Dunas? Que hermoso♡