Volver a casa después de un viaje largo nunca ha sido fácil para mí, y eso que ya tengo experiencia en el tema. La primera vez que volví a casa fue después de haber pasado un año y medio en Asia. La segunda vez, después de recorrer parte de la península ibérica en bici, y la tercera, después de 3 años viajando por América.
Al volver, siempre sentía la felicidad de los primeros días y la desorientación de las siguientes semanas. Al principio, la vuelta es como un nuevo viaje: Todo es nuevo. Ver a los amigos, conocer sus historias, explicar las tuyas, volver a comer pan con tomate, aceite de oliva y aceitunas… Luego, cuando todo se vuelve «normal», empiezas a sentir que debes encajar en un lugar conocido del que ya no formas parte del todo.
No soy la única que se ha sentido así. En estos últimos meses he recibido varios emails y comentarios en Instagram de viajeras que se han encontrado en una situación similar después de volver de viaje.
Si tú también acabas de volver de un gran viaje y te sientes fuera de lugar o con una sensación extraña en el cuerpo, a continuación encontrarás mi historia, mi forma de adaptarme a este proceso y, lo más importante, los consejos de una amiga psicóloga, que también es viajera, y nos comparte sus herramientas y un punto de vista asertivo del proceso de volver a casa.
Espero que al final de este post tu mirada se sienta renovada, y con la energía extra necesaria para aplicar algunos de los consejos que aquí te comparto a tu situación particular.
Cada vuelta a casa después de un gran viaje es diferente. Tu realidad es distinta a la mía, pero quizás hay puntos en los que nos encontramos. Por ello te cuento mi historia, para que quizás te identifiques con alguna de mis situaciones y podamos ofrecernos apoyo y consejo.
Tenía 27 años cuando me fui de viaje sola sin billete de vuelta a Indonesia. Al volver a casa, tenía 18 meses de viaje a mis espaldas y más de una decena de países recorridos. Para hacerlo más difícil, mi vuelta a casa fue desde India, donde había pasado mis últimos 6 meses de vida viajera.
Sabadell me parecía un pueblo tranquilo en el que no pasaba absolutamente nada. Incluso a Barcelona le faltaba un poco de adrenalina.
Me sorprendían los semáforos, que los coches respetaran los pasos de zebra y que a la comida le faltaran especias. Tener una ducha con agua caliente, calefacción en casa y wifi eran lujos de los que ahora disfrutaba más que nunca. Volver a ver a mis amigas y estar con mi familia era la definición de felicidad.
Pero había algo extraño, y es que los encuentros con mis amigas ocurrían en el mismo lugar de siempre, la rutina de mi familia no había cambiado en un año y medio y los comercios y gente en la calle me parecía que los conocía de otra vida.
No había cambiado nada.
Y parecía que tenía que volver a adaptarme a un lugar y a una forma de vida a la que nunca había podido adaptarme del todo.
Mi humor era una montaña rusa y me apuntaba a decenas de entrevistas de trabajo de forma automática. Volví a hacer trabajos espontáneos y mal pagados. Intenté pensar en un plan para los próximos meses y adivinar cuál sería el objetivo de mi vida a partir de entonces.
En definitiva, estaba bastante perdida, así que decidí comprar una bici e irme de viaje por el norte de España y Portugal.
Ese viaje no solucionó nada esencial. No me aclaró las ideas de forma milagrosa; pero me dio la energía suficiente para tomar una decisión: Volver a comprar un billete sin fecha de regreso. Esta vez viajaría a América.

Recorrí el continente americano de Canadá a Argentina durante 3 años y quizás habría pasado más tiempo en América si una amiga no me hubiese invitado a su boda. Ese me pareció un buen motivo para volver porque, no voy a engañarme, también me hacía falta reencontrarme con mi familia y mis amigos. Y volver a comer pan de pagès, aceitunas y patatas bravas.
Volví a casa pensando que esta vez iba a ser diferente. Tenía un trabajo online como Community Manager y la idea de aprender un poco más sobre fotografía.
Esta vez no volvía llena de interrogantes sobre mi presente y mi futuro. No tenía que encontrar un trabajo urgentemente para ahorrar otra vez lo que me había gastado viajando.
Y la verdad es que esta segunda vuelta a casa después de un viaje largo fue mucho más tranquila emocionalmente que la primera. Pero después de un par de meses, el torbellino de emociones se volvió a desatar y reaparecieron las dudas y las inseguridades.
Como una vez le comenté a una seguidora por Instagram: Me sentía como si tuviera que volver a meterme dentro de una caja a la fuerza y toda esa presión de repente se volviera insoportable.
Aunque la idea de volver a América o recorrer otro continente se me pasaba constantemente por la cabeza, sentía que esta vez estaba enfocando el viaje como forma de escape, y no quería que un estilo de vida que me encantaba y me había costado tanto tiempo construir se convirtiera en una forma de huida. Me veía incapaz de manejar la situación con mis propios medios, así que decidí pedir ayuda a una psicóloga.
Fueron 5 meses de terapia en los que tuve que trabajar para reenfocar mi punto de vista y aprender a interpretar esta presión que estaba notando como autoinflingida. Pero también para amigarme con mis emociones y entender que todo este huracán que sucede cada vez que vuelvo a casa es en cierta medida normal.


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Carla Frola es Psicóloga acreditada, con mención organizacional/laboral de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC). Empezó a trabajar en el 2014 en recursos humanos hasta que se cansó de la jornada laboral eterna y decidió irse de viaje.
Cuando lo ahorros se acabaron, sintió que el viaje se convirtió en una migración y se sentía cada vez más perdida. En ese periodo descubrió que había otras formas de concebir la vida y el trabajo. De ahí, el trabajo remoto apareció como una luz al final de un túnel.
A Carla la conocí en Coyhaique (Chile), durante mi viaje de tres años por América. Nos contactamos a través de Instagram para tomar un chocolate en un bonito café del pueblo y pasamos una tarde amena hablando de viajes y de la Patagonia chilena.
Hoy he traído a Carla al blog para que nos explique con detalle ese proceso de volver a casa, cómo lo vivió y cuáles son las herramientas que nos pueden ayudar a encararlo de la mejor manera posible.
¿Cómo crees que hay que enfocar las primeras semanas
de la vuelta a casa después de un viaje largo? Cuando sentimos la alegría de reencontrarnos con los amigos y familia y quizás aún no se empieza a pensar en cómo encajar en el contexto «normal».
Creo que hay que entender que el volver es un cambio vital que puede terminar desembocando una crisis vital.
Muchas personas ven los viajes largos como un gran sueño, de conocer, de vivir, de ver otras realidades. Pero hay también distintos estilos de vida: hay gente que migra por un tiempo, hay gente que se vuelve nómade. A veces las vueltas las planificamos y a veces no nos queda otra. Son muchos los factores que influyen, pero lo que sí nos pasa es que al volver cambiamos radicalmente el estilo de vida que habíamos llevado y en eso hay un proceso de duelo involucrado.
El duelo tiene 5 fases bastante estudiadas, descritas por Elisabeth Kübler-Ross, y hay que entender que no solo ocurren cuando uno pierde un ser querido, sino también cuando se «pierden» cosas mucho más intangibles, como la libertad de moverse a dónde se quiera, de conocer y de la vida que habíamos llevado.
Pero también nos toca enfrentarnos al duelo atrasado de ver todo lo que «perdimos» en nuestra ausencia. La vida de las personas que dejamos atrás no se quedó paralizada, avanzó y nosotros quedamos fuera. Hay que aprender a llevar eso, ponerse al día y volver a construir una nueva rutina, que por fuerza será diferente. Tenemos que encontrar nuestra nueva rutina, con nosotros mismos y con otros.
Así que mi consejo para las primeras semanas es tomárselo con mucha calma y auto-compasión. No vamos a tener todas las respuestas de una, tenemos que transitar nuestras propias emociones. Decidimos volver por algo, pero eso no significa que será fácil, que no extrañaremos cosas de nuestra vida anterior, que no nos preguntaremos cómo encajar esta nueva vida.
El ¿y ahora qué? es una pregunta que tenemos que ir respondiendo de a poco. Recurrir a terapia, a gente con la que puedas hablar y que te entienda (probablemente otros «ex-viajeros») y aprender a comunicarse con las personas que te rodean pueden lograr unir el puente entre tu vida de viaje y la actual.
¿Es normal que al volver de un viaje largo nos cansemos de la rutina y no encajemos en nuestro entorno?
Es completamente normal. Viajando, sobre todo si fuiste nomade, tu rutina era la no rutina. Todas las semanas algo diferente, a veces todos los días. Y aunque eso probablemente te haya agotado y por eso necesitabas volver a tener una base, no significa que la transición será de una. El cerebro necesita tiempo para volver a acostumbrarse y uno mismo necesita tiempo para construir la nueva vida.
Como ya no eres la misma persona y tu entorno no es el mismo que era antes que te fueras, tienes que aprender a generar una nueva rutina que incluya tu nuevo yo y cómo se va a relacionar con la nueva realidad que tienes. De qué vas a trabajar, dónde vas a vivir a largo plazo, cómo tus amigos/relaciones te vuelven a incluir en sus vidas, cómo comienzas a insertarte de nuevo.
Al principio la sensación de extrañeza será muy fuerte, sentirás que las cosas no te hacen sentido y no entiendes cómo piensan tal cosa o cómo se preocupan por tal otra, pero de a poco verás que tú misma también empiezas a cambiar nuevamente y a adaptarte. Porque tu realidad ya no será la del viaje.
Si decidimos volver a viajar o buscar un modo de vivir nuestra vida viajando, ¿significa necesariamente que estamos huyendo de nuestras responsabilidades o de un entorno que nos incomoda?
No. Depende de las motivaciones. ¿Por qué decidiste viajar en primer lugar? Si estabas escapando de algo y no lo solucionaste, al volver solo te lo encontrarás de nuevo y si tu mecanismo es la huida, claro que volverás a huir de eso.
Pero si viajaste por otra razón y vuelves, te puede pasar que seas exitosa con el proceso de la vuelta o no lo seas. Si te cuesta mucho, si no encajas, si no te adaptas y si no buscas ayuda, claro que puedes volver a viajar para no tener que enfrentarte con ese dolor; y ahí sí que estás huyendo y postergando quizás lo inevitable.
Pero las personas que amamos viajar, descubrimos también que una vida 100% instalada y sedentaria ya no es una opción. Quizás haces viajes largos cada cierto tiempo, quizás tienes una base y haces muchos viajes cortos, quizás habrá etapas en tu vida más nómades y otras más sedentarias. Eso en ningún caso es huir, es solo aceptar quiénes somos y qué cosas nos apasionan y nos hacen felices. Para mí, la pregunta más honesta que solo uno se puede hacer es ¿Por qué?
¿Por qué quiero viajar nuevamente?
Si la respuesta es porque no me siento cómodo o porque hay responsabilidades que quiero evitar, yo te invitaría a ir a terapia a trabajar esas cosas. Porque nos van a perseguir viajando y en cada vuelta que intentemos. Y sí, claro que hay gente que puede vivir 5, 10, 20 años en negación. Pero la vida 100% nomade y en solitario, como seres sociales que somos, nos puede terminar causando mucho daño a largo plazo.
¿Qué herramientas crees que son efectivas cuando se comienza a sentir la presión social durante la vuelta a casa después de un gran viaje?
¿Cómo recomiendas encarar un contexto laboral difícil a la vuelta a casa desde el punto de vista psicológico? (Ya sea porque no se encuentra trabajo o porque el antiguo trabajo ya no nos satisface)
Pero no te tienes que tardar dos años. Puedes apalancarte en la experiencia de otras personas. Gente que se dedique a la empleabilidad por ejemplo, o programas de coaching de vida, ¡hay cientos! Buscar libros o podcast, leer opiniones o seguir cuentas de Instagram de personas que hagan las preguntas correctas.
Pero haciendo un resumen, para mí lo básico sería ir al por qué. ¿Cuál siento que es el propósito en mi vida? ¿Qué vida quiero vivir? ¿Quiero seguir viajando? ¿Cómo? Hay que reflexionar mucho, hacer planes y comenzar a pilotear.
No voy a saber si me gusta un trabajo hasta que no empiece a hacerlo. Y está bien el tener un trabajo «mientras» descubrimos qué queremos hacer. Quizás volvemos a nuestro antiguo trabajo, no nos gusta, pero juntamos el dinero suficiente para vivir y para pagar terapia o algún proceso de coaching que nos ayude a encontrar lo que sí queremos hacer. O encontramos el primer trabajo que nos pague bien para hacer lo mismo.
Y respecto a encontrar trabajo, yo recomiendo seguir consejos de empleabilidad. Hay mucha gente dando recursos gratuitos y de pago (lo sé porque al volver también me he dedicado un poco a eso, siendo psicóloga de recursos humanos tengo bastante experiencia). Construir un buen CV y carta de recomendación, actualizar Linkedin y sobre todo empezar a mover las redes. Estoy segura que viajando construyeron varias, ¡hay que preguntar!
Retomar contactos con personas del pasado ayuda mucho. El 80% de los puestos de trabajo no se publican en los portales, hay que buscarlos preguntando directamente con conocidos si hay vacantes abiertas, pedir referencias de otros empleadores…
También se puede ver cómo puedes emprender. Ahora que todas las economías entrarán en crisis (esta entrevista se hizo en tiempos de confinamiento por Covid-19) es el momento de ponerse más creativa que nunca.
¿Qué necesidades hay? ¿Cómo mis habilidades hacen un match con esas necesidades? ¿Cómo me puedo vender mejor a mí misma? De esto podría hablar muchísimo, pero como consejo en el contexto actual, yo vería cómo mis talentos pueden trasladarse al mundo digital.
¡Muchas gracias Carla!
Espero que mi experiencia y los consejos de Carla te hayan ayudado a darle un nuevo enfoque a la vuelta a casa. Cada proceso es único y personal y sé que cada vez que vuelva de viaje tendré que adaptarme nuevamente a un proceso difícil; pero la experiencia es un grado, dicen, así que con las herramientas que me ha dado mi propia experiencia y las de Carla, estoy segura que toda vuelta a casa será otro gran viaje que valdrá la pena recorrer.
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