[su_note note_color=»#ffffff» text_color=»#5b5a5a»]Esta entrada comienza exponiendo cuatro historias vividas en primera y en tercera persona. Te pido que, por favor, leas este escrito hasta el final para entenderlo en su totalidad. Gracias. [/su_note]
Situación nº1:
Tenía 13 años y estaba sentada en un banco de la piscina esperando que comenzara la clase de natación. Un chico se sentó a mi lado, me sonrió y puso su mano sobre mi rodilla. No entendí lo que estaba pasando, pero no me sentí cómoda. Me escapé de esa situación excusándome con que una amiga me estaba esperando en el pasillo y me encerré en el vestidor hasta que la clase de natación terminó.
Reacciones:
[su_list icon=»icon: angle-double-right» icon_color=»#ede833″]
- No recuerdo ninguna reacción por parte de mi padre cuando le conté la historia (creo que pensó que me inventé una excusa para no ir a clase de natación).
- Mis compañeras de colegio se tomaron la historia como una anécdota.
- Nadie en la piscina se dio cuenta de lo que estaba pasando.[/su_list]
Situación nº2:
Varios años más tarde, en otra piscina, un señor se acercó a una chica para hacerle comentarios sobre su cuerpo. La chica le gritó el asco que le causaba su actitud. El señor se ofendió: «Ai, si no estoy haciendo nada». Al ver que nadie alrededor reaccionaba ante la situación, la chica se levantó y expresó su incomodidad al vigilante de la piscina. «Si no estás a gusto, puedes irte de aquí», le respondió.
Reacciones:
[su_list icon=»icon: angle-double-right» icon_color=»#ede833″]
- Pasividad por parte del vigilante.
- Incomprensión por parte del acosador.
- La chica agarró su toalla y se fue.[/su_list]
Situación nº3:
Ariane estaba a orillas del río concentrada entre las páginas de un libro. Cuando despegó sus ojos de él, vio que un chico se acercaba nadando desde la otra orilla. «Quiero estar sola», le dijo. Puede que el chico no comprendiera el extraño acento de Ariane, porque se le acercó todavía más y empezó a acariciarle el pelo hasta llegar a los pechos. Ariane, enojada, se dispuso a subir el camino de vuelta al hostal, pero el chico la agarró por la cintura y le bajó los pantalones. Ella corrió más rápido, pero él le agarró las piernas haciéndola tropezar. Finalmente, ella consiguió enderezarse y escapó de las manos del chico mientras se colocaba otra vez los pantalones.
Reacciones:
[su_list icon=»icon: angle-double-right» icon_color=»#ede833″]
- Ariane arrancó a llorar en el comedor del hostal.
- Las chicas de la cocina se rieron de su llanto.
- El encargado le pidió que no comentara nada a los huéspedes.
- Yo y otra voluntaria escuchamos su historia y le aconsejamos que hablara de la situación con los dueños del hostal.
- Los dueños y el gerente llamaron a la policía para que Ariane pudiera denunciar su situación.
- La policía bajó al lugar de los hechos y pidió una foto a unas turistas que estaban tomando el sol en bañador.
- La policía se comprometió a poner carteles en los caminos y aldeas avisando de que ese tipo de comportamientos hacia las mujeres no eran aceptables.
- Nunca vimos esos carteles.
- Unas semanas más tarde, el chico volvió a molestar a otra voluntaria.[/su_list]
Situación nº4:
A medianoche se oyeron gritos desde la sala de yoga. La pareja que se asomó a ver qué estaba pasando se encontró con una chica llorando y gritando «¡No, no, no, no, no!». El masajista la miraba asustado y aseguraba que él no había hecho nada. Ella contó que sus manos llegaron hasta su sexo.
Reacciones:
[su_list icon=»icon: angle-double-right» icon_color=»#ede833″]
- La pareja quiso retener al hombre hasta que llegara la policía para tomar declaración de la chica.
- La dueña del cámping abrió las puertas del lugar y dejó que el masajista se fuera a casa.
- Una de las voluntarias se sintió culpable de haber traído a ese hombre al lugar. Ella notó algo extraño en él, pero no le dio importancia en ese momento.
- El chico de mantenimiento sugirió que la chica habría dado señales al masajista que causaron el malentendido.
- La chica nunca pidió hablar con la policía y acabó tomando esa situación como una anécdota.[/su_list]
¿En qué lugar del mundo crees que sucedieron cada una de esas historias?
Las dos primeras sucedieron en Sabadell, una pequeña ciudad de España. La tercera tuvo lugar en la selva de Guatemala y la última en Tulum. De hecho, conozco muchas más experiencias como esta y la mayor parte de ellas han ocurrido en lugares de Europa como Madrid, Londres y Barcelona. Lo curioso, además, es que muchas de estas situaciones han sucedido a mujeres que no se encontraban de viaje.
¿Qué quiere decir esto?
Que el acoso sexual puede ocurrir en cualquier lugar del mundo y no solo afecta a viajeras. También lo sufren las mujeres que viven una rutina de oficina y las adolescentes cuya vida se centra en la escuela. Viajar sola quizás te expone a vivir situaciones de desamparo en sociedades machistas donde una mujer occidental es vista como una mujer fácil, pero no salir de tu ciudad ni de tu país tampoco te libran de vivir situaciones de acoso sexual.
Dicho esto, entiendo que muchas mujeres me escriban expresando su temor a viajar solas por el riesgo de vivir situaciones de este tipo. No voy a ser tan inocente como para negar que existe cierto riesgo para las mujeres que viajamos solas, pero tampoco voy a ser tan inconsciente como para obviar que el acoso sexual afecta a la mujer en general, sea viajera o no.
Puede que si te quedas en casa también vivas una situación como las mencionadas al inicio de esta entrada, y lo más terrible es que probablemente también te vas a encontrar con la indiferencia e impasibilidad que se vive frente a este tipo de situaciones en cualquier lugar del mundo.
LOS CULPABLES
En una situación de acoso sexual solo hay un culpable: El acosador.
Pero hay decenas de cómplices:
[su_list icon=»icon: angle-double-right» icon_color=»#ede833″]
- Los que no dicen nada cuando presencian una situación de acoso sexual.
- Los que no actúan cuando una mujer les pide ayuda.
- Los que piden a la mujer que callen.
- Las mujeres que callamos.[/su_list]
[su_divider top=»no» divider_color=»#dfc566″]
El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos.
Simone de Beauvoir
[su_divider top=»no» divider_color=»#dfc566″]
Pensándolo bien, es bastante desolador recibir correos de mujeres preocupadas por cómo reaccionar ante una situación de acoso. Es algo patético que tenga que escribir esta entrada respondiendo a todos esos correos. Eso significa que tenemos un sistema educativo que no prepara a la sociedad (hombres inclusive) para gestionar este tipo de situaciones y ni tan siquiera les hace saber a las mujeres que ellas no se merecen vivir ningún tipo de acoso, que eso no es normal, que no es ninguna anécdota, que no están solas y que hay todo un sistema apoyándolas.
En realidad, lo más probable es que sintamos vergüenza cuando un hombre nos acosa, ya sea porque no supimos reaccionar a tiempo, o porque nuestro entorno no le da la importancia que nosotras le dimos o porque, en el fondo, puede que creamos que sin querer provocamos esa situación.
CÓMO SE HACE FRENTE AL ACOSO SEXUAL
Cuando en India pregunté a unos amigos cómo debería reaccionar si quería que los hombres no me tocaran, su respuesta fue: «Actúa como lo haría una india. Pégales un bofetón y móntales un escándalo en plena calle. Pasarán tanta vergüenza que no lo volverán a hacer».
Cuando busqué información sobre cómo hacer frente a alguna situación de acoso que surgiera durante el viaje por América, las recomendaciones que encontré fueron que llevara un teléfono cerca para poder llamar a un contacto de emergencia en cualquier momento.
En realidad, todas ellas no son formas de hacer frente al acoso sexual, sino que son simplemente formas de sobrellevarlo. Para hacerle frente se necesita, no solo la actuación firme de la mujer que sufre el acoso, sino también de una red social fuerte que, desde la educación, fomente el respeto hacia la mujer y el desprecio hacia cualquier tipo de situación que le cause incomodidad. Mientras esto no sucede, lo único que podemos hacer es tomar medidas que nos preparen para actuar frente a este tipo de situaciones.
En mi caso, viajo con un spray pimienta y un teléfono con números de emergencia locales a los que pueda contactar fácilmente en caso de necesitarlo. Pero la herramienta más fuerte contra el acoso sexual es la denuncia. Si algo te incomoda, denúncialo. El acoso nunca va a ser nuestra culpa, nunca va a ser una anécdota sin importancia y nadie tiene que mandarte callar; porque, ante la impasibilidad de la sociedad, lo único que nos queda es molestar.
Y, por último, solo te pido que, por favor, no renuncies a tus viajes por el miedo al acoso sexual. Nunca le concedas tanto poder a un depravado.
Toda la razón Irene! Tanto es culpable el acosador como el que calla. Viví muchas circunstancias de ello por Sudamérica. Y mira justo quiero escribir de ello y veo tu post. Cansa un poco el acoso constante. La sociedad machista en la que vivimos es complicada de manejar. Abrazos y suerte en tu rutina en México. Ya no estoy en Lima, por lo que espero verte en otro punto del planeta. 😉
Hola Virginia!
La verdad es que no es un mundo fácil para las mujeres que viajamos solas, pero poco a poco y con el esfuerzo colectivo (de hombres y mujeres) se pueden ir cambiando las cosas hacia una sociedad más equitativa. Queda mucho trabajo por hacer, especialmente en zonas como Latinoamércia, ¡pero se puede!
Nos vemos en la ruta! (Igualmente, necesitaré tus consejos para cuando esté en Perú 😉
Abrazo!
Hola Irene,
Pues sí, es muy triste que en pleno siglo XXI todavía pasen estas cosas.
Y estoy muy de acuerdo, esto no pasa por viajar solas, pasa por ser mujeres, viajemos o no. Yo también viajo sola y he vivido estas situaciones viajando, viviendo en otros países de Europa, y en mi propia ciudad (Barcelona).
Lo peor es que falta educación. Educación para saber cómo reaccionar, pero sobretodo educación para que no pase.
Todavía no entiendo cómo es posible que algunos hombres no sepan dónde están los límites, o sientan tan poco respeto por las mujeres que sobrepasen los límites sin ningún problema de consciencia.
Vamos mejorando, pero queda un largo camino 🙁
Irene, qué pena leer esto en el 2017.
Yo crecí en la Barcelona del postfranquismo, el destape, las películas porno y lo que los intelectuales de tertulia llamaron el libertinaje.
Con apenas 9 años un desconocido con pantalones cortos, raqueta de tenis y jerseys al cuello me levanto la falda y me acarició las piernas en las escaleras mecánicas del Corte Inglés de la plaza Catalunya cuanto estaba detrás de él de la mano de mi padre. Todavía recuerdo su sonrisa cuando se giró al irse.
A los 14 un hombre medio calvo, mayor y gordo se aprovechó de mi total absorbimiento en un concierto del grupo Parchis para acariciarme la pitrina de los tejanos hasta que al darme cuenta se me fue la alegría y me aleje de mis amigas y la multitud excusándome en un mareo.
Después vinieron otras 2 ocasiones en que desconocidos me acariciaron las piernas solo mi butaca coincidió al lado de la suya, y el tío de la playa que se masturbo a escasos metros de mi cuando tomaba el sol una tarde con poca gente en la playa, o el otro que hizo lo mismo en el metro de Barcelona cuando iba con una amiga.
Crecí rodeada de tanto abuso sexual que un día, cuando tenía 22 o 23 me sorprendí a mi misma sin sentir ni reaccionar nada cuando otro desconocido empezó a acariciar mi cintura a través de un top de verano en un tren de cercanías de Barcelona.
La suerte quiso que abandonara España poco después y cumpliera lo que me prometí a mi misma antes de irme: que de tener hijas nunca las tendría ni crecerían en Barcelona.
Con el tiempo y la edad conseguí reconciliar o excusar mis experiencias de niñez y adolescencia en Barcelona con el clima político y social del país en aquellos momentos. Pensé que eran secuelas de una transición política como la que vivimos.
Sin embargo, me apena mucho saber que ahora más de 25 años después de mi salida de España, sigan pasando los mismos abusos y sigan habiendo las mismas reacciones.
Irene, gracias por tu blog y tu coraje. Como tu dices yo nunca deje que lo pasado me amedrentase en la vida. Yo también viaje y sigo viajando sola y con mis hijas vamos a Barcelona sólo de vacaciones, pero vigilo a todos los desconocidos que las rodean como una loba, educada y serena pero siempre en guardia. Secuela de lo vivido supongo!
Pues sí, una verdadera lástima. En estos temas hemos avanzado bien poco. Luego se nos llena la boca sobre los países de oriente próximo y como estos tratan a la mujer, pero tampoco sabemos cómo solucionar ni nuestros propios asuntos de acoso. Aunque soy optimista, y a pesar de ser un trabajo de hormiga, creo que poco a poco estamos avanzando.
Hola a tod@s,
lo primero, Irene, decirte que enhorabuena por el post. Hay dos cosas que dices con las que estoy especialmente de acuerdo: que puedes sufrir una situación de acoso y agresión sexual en cualquier lugar y que la educación es el primer paso.
El otro día en el trabajo tuve una conversación en la comida sobre este tema con compañer@s del trabajo. TODAS las mujeres incluida yo, contamos una situación en la que nos agredieron sexualmente en nuestra ciudad. TODOS los chicos lamentaron la situación y la criticaron.
Es importantísimo pasar del «no te pongas escote», «no vayas sola a casa tarde» al «a las niñas, no se las toca». No somos nosotras las que debemos ser educadas en cómo protegernos, sino ellos en cómo tratarnos. No somos objetos, ni juguetes, ni culos y tetas, somos personas que merecemos respeto y si decimos NO, es NO.
En cuanto a los viajes, aconsejo informarse bien de la situación de la mujer en el país destino y tener cuidado, hoy en día aún no podemos ir de valientes pero quedarse en casa, como bien dices, no es opción.
Besitos y sigue contándonos tus aventuras! Espero coincidir contigo algún día 8)
Hola Alba,
A mí me pasa lo mismo: Con todas las mujeres con las que surge este tema, hemos sufrido en algún momento de nuestra vida varias situaciones de acoso y absolutamente todas no hemos sabido cómo reaccionar o nos hemos encontrado con la incomprensión de nuestro entorno. Es un trabajo arduo de educación, pero confío que poco a poco seremos menos las que vivamos este tipo de situaciones o, por lo menos, si lo hacemos, tendremos un entorno que sabrá cómo pararle los pies definitivamente al acosador.
Un abrazo. Yo también espero que el camino nos junte 🙂
¡Hola Irene! Este post me ha parecido muy, muy necesario, además de estar muy bien escrito.
Lo que más me impacta no es que en el mundo haya gente capaz de acosar sexualmente a otras personas, sino las reacciones insensibles de los demás.
Parece que estemos acostumbrados a que pasen estas cosas, que aceptemos el acoso sexual como algo totalmente normal, que además no merece ser castigado ni investigado. Es increíble e indignante.
Pero sí, estoy de acuerdo con la reflexión que haces, de que esto desgraciadamente puede sucederle a cualquier mujer en cualquier lugar, no solo cuando viaja sola. Hay ciertos tipos de acoso, como son los tocamientos, que creo que han sucedido a todas las mujeres adultas, viajen o no.
¡Gracias por escribir este post!
Gracias 🙂
La verdad es que sí, las reacciones que se tienen frente a este tipo de situaciones es lo más patético del asunto. Esperemos que con educación y lucha esta incompetencia que sufrimos frente al acoso se resuelva.
Un abrazo!
No recordo aquesta situacio que expliques, no se si la meva actitud va ser la correcta en aquell moment o no, el que si se es que no estem educats per actuar en aquestes situacions de violencia ni som capaços de veure on es el limit per saber quan es una mala intencio i quan comença l’acos.
No va ser la correcta, ni la del vigilant de la piscina, ni la del encarregat de l’hostal i, segurament, jo tampoc he actuat com cal en algunes situacions similars. A tothom ens cal una bona educació de base per poder fer front a l’assetjament (o mala intenció, per a mí van de la mà).
Un article genial! És una situació complicada per tothom (menys per l’assetjador suposo) perquè no saps com reaccionar en el moment. Mola que facis reflexionar 😉
Gràcies Uri! És trist que no sapiguem com reaccionar, al final qui en surt més malparat de tot això és la víctima.