¿Se puede hacer el Camino de Santiago en bicicleta? Sí. ¿Cualquier camino? Sí, pero hay etapas en las que hay que variar la ruta ya que el camino es demasiado estrecho o embarrado.
· Pero no te preocupes, en este post te cuento todos los detalles sobre cómo puedes hacer el Camino de Santiago en bici aunque lleves meses o años sin subirte a una.
Guía del Camino de Santiago en bici para principiantes
· Etapas
Se puede hacer el Camino de Santiago de Compostela en bicicleta desde cualquier lugar. Yo salí de mi casa (en Sabadell) pedalenado y me uní a la ruta oficial del camino catalán, luego al aragonés y el camino del norte hasta llegar a Santiago de Compostela.
A continuación te detallo las etapas de estos tres caminos de Santiago tal y como yo las hice en bici. Puedes empezar desde donde quieras, unirlas como quieras o incluso reducir las etapas tanto como te lo pida el cuerpo.
El Camino de Santiago no es una competición, es un viaje, así que tómate estas rutas como una orientación.
· Etapas del camino de Sant Jaume en bici
Yo salí desde Sabadell dirección Montserrat. Me uní al Camino de Santiago desde Montserrat pedalenado las siguientes etapas para luego hacer parte del camino aragonés.
- Montserrat - Igualada
- Igualada - La Panadella
- La Panadella - Tàrrega
- Tàrrega - Llinyola
- Llinyola - Algerri
- Algerri - Tamarite de Llitera
· Etapas del camino aragonés
Desde Tamarite de Llitera crucé a Aragón para hacer las etapas del Camino de Santiago aragonés en bicicleta. Aquí aparecen por primera vez las montañas y hay etapas bastante duras de sube y baja.
- Tamarite de Llitera - Montsó
- Montsó - Berbegal
- Berbegal - Pueyo de Fañanás
- Pueyo de Fañanás - Huesca
- Huesca - Bolea
- Bolea - Sarsamarcuello
- Sarsamarcuello - Ena
- Ena - Santa Cilia de Jaca
- Santa Cilia de Jaca - Puente de la Reina
· Etapas del camino del Norte en bici
Con la última etapa del camino aragonés ya había cruzado a Navarra para unirme a la ruta del norte del Camino de Santiago, también conocida como ruta de la costa.
Este fue el camino que seguí hasta llegar a Santiago de Compostela:
- Puente de la Reina - Pamplona
- Pamplona - Irún
- Irún - Donostia
- Donostia - Bilbao
- Bilbao - Laredo
- Laredo - Santander
- Santander - Comillas
- Comillas - Unquera
- Unquera - Llanes
- Llanes - Ribadesella
- Ribadesella - Gijón
- Gijón - Avilés
- Avilés - Cadavedo
- Cadavedo - Ribadeo
- Ribadeo - Vilalba
- Vilalba - Sobrado dos Montes
- Sobrado dos Montes - Arzúa
- Arzúa - Santiago de Compostela
Después de descansar una semana en Santiago, continué el viaje en bici por Portugal hasta llegar a Lisboa. Hay un Camino de Santiago portugués que recorre parte de la costa.
Yo el camino en este caso me lo fuí inventando un poco, siguiendo Google Maps y los ritmos de mi propio cuerpo, y metiéndome también en algunos líos.
Sinceramente, no sé cuál es la mejor bici para hacer el Camino de Santiago. No practico el ciclismo de forma habitual y no tengo mucha idea de bicicletas.
Lo que yo hice fue ir al Decathlon y comprar la segunda bici más barata que vi, que se ajustaba a mi tamaño y me parecía cómoda.
No sé si es que elegí bien sin saberlo o tuve suerte, pero para mí esa fue la bicicleta ideal para hacer el Camino de Santiago. La silla era cómoda y no me dio problemas técnicos. Quizás sí que era pesada y las marchas eran limitadas (12), pero me llevó hasta Santiago y eso es lo que importa.
Si el ciclismo no es tu deporte habitual y no planeas utilizar la bici después de haber vivido esta experiencia, haz como yo y tira para lo simple y barato. Para mí, los únicos requisitos es que las ruedas sean aptas para caminos de tierra (en el camino del norte lo agradecerás) y que tenga un portaequipajes para poder poner las alforjas.
En realidad, cualquier bici te puede llevar a Santiago, otra cosa es el grado de comodidad que quieras tener. Si prefieres gastarte el dinero en una buena bici, déjate asesorar por los técnicos de tu tienda de ciclismo más cercana y, sobre todo, rueda con ella antes de empezar el viaje. Vais a pasar mucho tiempo juntas, así que mejor que os conozcáis bien 😉
Si vas a hacer el Camino de Santiago sola en bici, prepárate para pasar mucho tiempo sin más compañía que la tuya.
Puede que al final hasta le acabes poniendo nombre a tu bicicleta y que te enfades con ella cuando surjan problemas, o la felicites cuando lleguéis al destino sin ningún problema técnico por el camino. No te preocupes, no son síntomas de locura (o sí). Mi bicicleta se llama Antònia y cuando algo va mal es la primera en aguantar mi mal humor.
Aún así, vas a echar de menos compartir con alguien los buenos momentos, pero sobre todo los malos. Es estresante encontrarte en medio de un problema y darte cuenta de que vas a tener que solucionarlo por tu cuenta, pero cuando esto pase, recuerda que allá donde vayas, siempre va a haber alguien dispuesto a ayudarte.
Los locales y otros peregrinos tendrán curiosidad por lo que estás haciendo y puede que una simple pregunta sobre si estás en la dirección correcta, sobre el tiempo o sobre cuál es el mejor lugar para acampar, te lleven a una conversación interesante con un desconocido, a una invitación para comer o incluso a pasar la noche en el sofá de una casa.
Cuando surjan los problemas, siempre habrá alguien que responderá a tu llamada de ayuda y hará de tu problema el suyo. Los ángeles, en los viajes, están en todas partes.
Aún así, es importante seguir tu instinto y escuchar tu cuerpo cuando haces el Camino de Santiago en bici sola. Me refiero a que pares cuando tu cuerpo ya no puede más y que no sigas la conversación con esa persona que te está haciendo sentir incómoda.
Si te sucede algún accidente o agresión, recuerda que llamando al 112 podrán ayudarte.
· ¿Es necesario contratar un seguro de viajes para hacer el Camino de Santiago en bici?
Si tienes la nacionalidad española, tendrás acceso a la asistencia médica gratuita en cualquier lugar del camino, ya sea por una situación de urgencia o por enfermedades leves. En el caso de tener otra nacionalidad, solo tienes asistencia en casos de urgencia. Así que en este caso el seguro de viajes considero que sí sería imprescindible.
Pero es importante saber que, aunque seas española, si te roban, viajas con tu perro y ha sufrido un accidente o necesitas volver antes a casa. Estos gastos solo estarán cubiertos si has contratado un seguro de viajes. En caso de que no sea así, tendrás que pagar esos servicios de tu bolsillo.
La idea de hacer el Camino de Santiago en bici suele ser un sueño romántico que un buen día se instala en tu cabeza y, poco a poco, va arraigándose hasta que te sientas frente el ordenador y buscas en internet: «Cómo hacer el Camino en bici».
En el buscador aparecen centenares de resultados con diferentes consejos técnicos sobre aquello que un buen cicloviajero debe tener en cuenta para preparar su viaje, pero todo ello solo aumenta todas esas dudas que habían comenzado a aparecer en tu cabeza. Y toda la información que vas recopilando hace que te plantees si el papel de jinete cabalgando un caballo de acero con ruedas te va un poco grande.
Comienzas a apuntar los materiales que necesitarás y haces malabares con el presupuesto para hacer el Camino de Santiago en bicicleta. Y mientras te imaginas lo feliz que serás pedaleando entre prados de amapolas, te asaltan dudas sobre si vas a sobrevivir sin un culotte y sin guantes, si deberías comenzar un plan de entrenamiento previo al viaje, si vas a soportar la soledad, si va a ser duro, si la lluvia será para tanto…
Por lo menos estas son las dudas que me asaltaron a mí y que fui resolviendo poco a poco antes y durante el viaje.
Me habría gustado que alguien me contara con sinceridad lo que supone viajar en bicicleta y, de hecho, alguien lo hizo cuando me dijo:
No hay una sola forma de viajar en bici. Cada uno tiene la suya y tú descubrirás la tuya durante el camino.
Como creo que esta frase es un buen resumen de cómo debería organizarse un viaje en bicicleta, no es mi intención en esta entrada escribir otra lista de los materiales y recursos que necesitas para viajar en bici. Solo quiero ofrecerte unas pinceladas de lo que vas a encontrar por el camino y quitarte de la cabeza algunas preocupaciones inútiles que solo añadirán peso a tus alforjas.
· Aprende un poco de mecánica, pero no te vuelvas loca
Necesitas saber lo mínimo para solucionar los problemas técnicos más frecuentes durante un viaje en bici:
- Cómo arreglar un pinchazo
- Cómo limpiar la transmisión de la bicicleta
- Identificar unos frenos gastados
Sabiendo esas tres cosas ya puedes hacer el Camino de Santiago en bicicleta.
Para problemas más complicados, no te preocupes. Siempre encontrarás algún taller de bicis en los pueblos del Camino de Santiago o a alguien dispuesto a llevarte al taller más cercano.
· No necesitas estar en tu mejor forma física para hacer el Camino de Santiago en bicicleta
Vas a ponerte en forma durante el Camino, y te sorprenderá ver cómo durante el viaje vas aguantando mejor las subidas y eres capaz de hacer más kilómetros al día.
No voy a ser una ingenua y decirte que un ciclista aficionado va a tener las mismas dificultades físicas que una persona sedentaria. Sin embargo, cualquier persona sana que empiece un viaje en bicicleta va a ir adaptándose al viaje sin necesidad de obsesionarse con un plan de entrenamiento previo.
Solo es cuestión de ser realistas y de no marcarse objetivos absurdos, como pedalear cien kilómetros diarios o empeñarse en llegar a la cima sin bajarse de la bicicleta.
· Tampoco necesitarás ni la mitad del material técnico que crees que necesitas
En una carretera de Asturias me crucé con un ciclista que estaba haciendo el Camino de Santiago junto a tres amigos. Iba vestido con un maillot lleno de estampas de patrocinadores, pedaleaba una buena bicicleta de carretera equipado con un buen culotte de silicona. Vestía también guantes y unas gafas para cualquier tipo de tiempo y cargaba unas alforjas muy ligeras.
Me comentó lo mala que era mi bici, los problemas que me daría, lo cargada que iba, lo loca que estaba por hacer eso sin el equipo adecuado y sobre todo por hacerlo sola. Seguramente tenía razón en todo, pero, aunque reconozco que él hacía más kilómetros que yo al día, mi equipo «inadecuado» me llevó hasta Lisboa.
Quizás pienses que para preparar el Camino de Santiago en bici necesitas un buen equipo técnico. Leerás recomendaciones en internet sobre las mil y una cualidades técnicas que la bicicleta debe tener. Te recomendarán llevar guantes, buenos culottes, una decena de herramientas, ropa técnica y un largo etcétera. Pero la realidad es que para hacer un viaje en bicicleta solo necesitas una bici. Nada más.
Todo lo que añadas a tu equipaje solo hará que tu viaje sea más o menos cómodo, y con eso no quiero decir que cuanto más preparado vayas más fácil será tu viaje. Cargar con un equipo técnico que no utilizas ni sabes cómo usar, añadirá unos kilos inútiles de más en tus alforjas.
Debes valorar qué tipo de viaje vas a hacer, por dónde vas a pedalear y cuál es tu preparación, y a partir de ahí sacar tus propias conclusiones sobre el equipo que necesitas.
Conozco gente que ha comprado una bicicleta por menos de 50 euros y con una mochila a la espalda ha recorrido el norte de Vietnam, otros viajan con una bici holandesa y alforjas hechas con bidones de agua, y hay quien prefiere invertir en una buena bicicleta y en material técnico de calidad. Todas las opciones son buenas y cada una va a hacer que el viaje sea distinto.
· Te preguntarás por qué estás haciendo esto (o por qué te estás haciendo esto)
A veces la imagen de los cicloviajeros está asociada a la romántica idea de los jinetes del oeste, que recorrían en solitario largos kilómetros por lugares aún no demasiado deformados por la mano del hombre.
Hay algo de cierto en ello, pero esos aspectos idílicos del viaje en bici es más fácil distinguirlos desde el sofá de tu casa, escuchando las historias de otros cicloviajeros y cotilleando sus álbumes de fotos.
En la realidad, el jinete que pedalea su caballo de hierro tiene que luchar por cada kilómetro recorrido. Hay días buenos y hay días malos; hay días en los que las cuestas parecen insuperables y otros en las que te sorprendes de lo rápido que has atravesado la sierra. Todo eso hace que un viaje en bici no sea tan diferente a la vida.
Y como en la vida, habrá momentos en que vas a pasarlo mal. Las fotos de bicicletas cargadas con alforjas en medio de un paisaje idílico están muy bien, pero no olvides que el camino hacia ese paisaje no aparece en la foto y puede que este haya sido un auténtico calvario.
Vas a pasar frío y calor, vas a tener que empujar la bicicleta en medio de caminos embarrados cuando ya no te quedan fuerzas. Vas a perderte, vas a sufrir problemas técnicos cuando menos te lo esperas y alguna vez pensarás en tirar tu bicicleta por un barranco.
· Todos los problemas tienen solución
Ya te he dicho que vas a tener problemas técnicos, ¿verdad? Pero no te preocupes demasiado por ellos. Esos problemas tienen solución.
En realidad cualquier problema que surja por el camino lo tiene. No olvides eso, porque los problemas, en cualquier viaje y sobre todo en un viaje en bici, van a surgir en el momento más inadecuado y cuando menos los esperas, pero el primer paso para solucionarlos es simplemente recordar que tienen solución.
· «Todo va a ir bien»
Este es el mantra que me repetía cada vez que pedaleaba en la lluvia o me surgía un problema. Era una manera de calmarme y recordar que lo podía solucionar, o ese momento de mi**** iba a pasar.
A mí me sirvió cuando pensaba que en el sofá de casa se vivía mejor y que los quebraderos de cabeza y el miedo no merecían la pena.
Quizás pienses que estás haciendo el ridículo sobre una bicicleta cargada de equipaje y que viajar en bici no es tan romántico como creías, pero cuando el camino del calvario haya pasado y estés pedaleando por ese paisaje idílico que tanto has imaginado, te olvidarás de la soledad, de los kilos de más o de menos; de la falta de aire en las subidas, del calor, del viento y de la lluvia…
Cuando hice el Camino de Santiago en bici combiné la acampada libre en tienda de campaña con el hospedaje en albergues del Camino y Couchsurfing. Cualquiera de estas opciones son válidas si viajas con poco presupuesto, pero te confieso que son las más incómodas.
Para pernoctar por libre tendrás que cargar con la tienda y eso añade más peso, aunque también más libertad. Para hacer Couchsurfing tendrás que depender de la disponibilidad de la persona que te ofrece hospitalidad y las condiciones del lugar en el que dormirás siempre serán una sorpresa. En los albergues siempre se comparte habitación y siempre hay alguien que ronca, aunque estarás tan cansada que puede que eso no sea un problema.
Si necesitas darte un día de descanso y pasar una noche en una cama cómoda, te recomiendo que te alojes en un hotel, reservando con antelación si es verano ya que es temporada alta.
Pero si quieres vivir la experiencia del Camino de Santiago completa, alójate en los albergues. Es ahí donde compartirás comida y conocerás a otros caminantes y ciclistas. Si viajas sola, llegar al albergue y conocer a la gente con la que compartirás la cena será uno de los mejores momentos del día.
Para que puedas organizar bien tu ruta en bici, te he preparado una lista de los albergues que conocí durante los meses en que recorrí el Camino Catalán, el Camino aragonés, el Camino del Norte y el Camino Portugués. De los otros Caminos no puedo hablar, pero aquí puedes consultar los albergues disponibles en ellos.
*Hay algunos albergues incluidos en la lista que funcionan a base de donativos y cuya filosofía no permite rechazar a ningún peregrino por razones de dinero. Pero hay que tener en cuenta que se debe procurar ser responsable y no aprovecharse de esta licencia para que estos albergues puedan seguir alojando a nuevos peregrinos.
· Albergues del Camino de Santiago catalán por San Juan de la Peña
· Albergues del Camino de Santiago Aragonés
Albergue muy recomendado
· Albergues del Camino de Santiago del norte
ALBERGUES MUY RECOMENDADOS
· La cabaña del abuelo Peuto: La cabaña es otro albergue imprescindible del Camino de Santiago. Vale la pena parar en este lugar para disfrutar de las instalaciones del albergue, pero sobre todo por el ambiente que en él se respira. Los responsables de que este lugar sea tan especial son los voluntarios que se ocupan de la gestión del albergue y, sobre todo, del padre Ernesto.
ALBERGUES NO RECOMENDADOS
· Pobeña: Mi valoración personal sobre el albergue de Pobeña es más que negativa, no por sus instalaciones (que no llegué a ver) si no por el trato que recibí de los hospitaleros.
Aunque en internet y en la misma recepción del albergue se anuncia que ese lugar se mantiene a base de donativos, los hospitaleros piden una donación mínima de 7€ que no está anunciada oficialmente en ninguna parte y, por lo tanto, no sería legal. Cuando les discutí el precio de ese «donativo», los hospitaleros comenzaron a ser menos agradables conmigo e incluso me dijeron claramente que mi bicicleta era un problema, y que acampar lo sería aún más. Decidí buscarme la vida en otra parte y acabé encontrando más hospitalidad entre la gente del pueblo que dentro de ese albergue.
Dicen que viajar en bici es una de las formas más baratas de viajar. Una bicicleta barata cuesta entre 100 y 300€, no necesitas gastar dinero en gasolina y puedes cargar en las alforjas un camping gas para cocinar y una tienda de campaña para dormir.
La verdad es que viajar en bici puede ser tan barato como tú quieras, y tan caro como tu presupuesto lo permita. Puedes acampar casi todas las noches o dormir en hoteles, puedes viajar con una bici de 100€ o con una de 1000€; puedes cocinar cada día o comer en restaurantes.
En mi caso, durante la ruta en bici por el norte de España y Portugal gasté 630,62€.
Aquí tienes un desglose de los gastos:
· Material para hacer el Camino de Santiago en bicicleta
- Bici = 250€
- Transportín = 19,95€
- Alforjas traseras = 14,50€
- Tienda de campaña = 20€
- Aislante = 11,50€
- Saco de dormir = 35€
- Herramientas para la bici = 10€
- Hornillo + platos = 15€
- Bolso delantero = 19,95€
- Portabotellín = 1,95€
- Linterna = 9,95€
· Extras
- Acreditación de pelegrino = 2,50
- 2 cubiertas nuevas = 34,50
· Viaje
- Alojamiento + comida = 630,62
Duración del viaje = 3 meses
Gastos mensuales = 210,21€
Gastos diarios = 7€
TOTAL: 1075,42€
¿Puedes hacer el Camino de Santiago en bicicleta gastando menos? Sí: Puedes comprar una bici más barata, puedes cocinar más, acampar más y comprar unas cubiertas de repuesto más baratas.
También puedes gastar más y eso seguramente hará tu viaje más cómodo.
Todo ello depende de la relación comodidad/precio que quieras conseguir en tu viaje en bicicleta.
Estos son los diarios de Birmania que compartí en este blog durante mi viaje a Asia sin billete de vuelta, en el año 2013. No hay tildes ni ñ porque escribía desde cibercafés con teclados que apenas entendía. Sí, estos textos fueron escritos desde la prehistoria de internet.
Los primeros días de un viaje en bici: Lluvia de pensamientos autocensurados
El viaje empezó con un retraso de cinco días y tres horas. En principio debía salir el lunes 20 de abril, pero no lo tenía todo listo. Entonces el sábado. Tampoco. Aún faltaban pulir algunos detalles… Y llegó el domingo. Ya no me quedaban excusas. Bueno sí, el mal tiempo, pero no era válida; durante el viaje seguro que iba a pillar tormenta algún día, ¿qué más daba si esta llegaba el primer día?
Debía salir a las diez de casa para aprovechar la mañana. Me dormí. Corre llama a Marta no vaya a ser que te esté esperando en la estación. ¡Uf! También se han dormido. Ducha, desayuno, prepara el bocadillo, hincha las ruedas, repasa que esté todo y ahora coloca todo eso encima de la bici. Tres horas más tarde empezaron las primeras pedaleadas con mis padres, y en Terrassa me encontré con Marta y Álex que hicieron de coche escoba hasta la salida de la ciudad.
Y llegó el final del día y yo solo pensaba en esto:
¿Dónde voy a dormir? ¿Dónde voy a dormir? ¿Dónde voy a dormir? ¿Dónde voy a dormir? ¿Qué tal este campo de olivos? Sí, este lugar está bien. Echo de menos a mi familia. Quiero espachurrarme en el sofá, discutirme con mi madre y protestar si mi padre quiere ver fútbol. Esto no es para mí. ¿Qué hago aquí? Tengo hambre. ¿Y el hornillo cómo va? Bien, parece que funciona. Creo que he hecho poco arroz. Tengo hambre. Barritas energéticas. Barritas energéticas. ¡Barritas energéticas! Nota mental: Mañana cocinar más cantidad. ¿Qué me pasa? Estoy acampando en un campo de olivos, estoy haciendo lo que se supone que quería hacer y solo pienso en que echo de menos a mi familia, mi rutina, mi cama, un sofá. Me asusta dormir sola en este campo de olivos. Buenas noches.
Después de una incómoda noche de tormenta en la que el saco no se ha mojado de milagro, me despierto con la noticia de que voy a tener el viento en contra.
Yo no pedaleo más. Solo he hecho diez kilómetros pero me da igual. Me duele la barriga. Estoy cansada. Quiero acampar. Quiero descansar.
En el ayuntamiento del Bruc me aconsejan que pida permiso para pasar la noche en Can Serrat. Allí me dejan acampar en un rincón tranquilo cerca de la casa y me dejan utilizar su baño.
Esta noche parece que va a ser más fácil. Si descanso bien, mañana quizás llego hasta la Panadella…
Después de una ducha, diez horas de sueño, un amanecer soleado y una ruta con poca pendiente, todo se ve diferente.
Esto no está tan mal. ¿Quizás después de Santiago podría cruzar Portugal en bici?
Como veo que aún falta mucho para llegar a la Panadella, dos señoras me informan de que el párroco de Jorba, además de ser un señor muy amable, es el responsable del albergue de pelegrinos. Pero el párroco me dice que hace más de cinco años que este albergue ha dejado de financiarse a base de donaciones y ahora el precio es de diez euros por una habitación ocupada por cuarenta pelegrinos que acaban de reservar.
Vaya m%&#*a. Bueno, pues sigo pedaleando hasta que encuentre un lugar en el que acampar. ¡Pero si no tengo agua! Uf, una gasolinera. Mira Antònia* ¿te gusta este lugar? Hoy no cocino. Ya me haré arroz mañana, y si sigo con energía quizás llego hasta Balaguer…
Todo pasa
Según mis planes de viaje, basados en un mapa cutre sacado de internet y una idea desproporcionada de mi capacidad física, el cuarto día debería haber pedaleado más de cincuenta kilómetros. El plan era levantarse con el canto del gallo, recoger rápidamente el campamento y pedalear, pedalear y pedalear hasta llegar a pocos kilómetros de Balaguer.
El plan falló desde el principio: Me despertaron los silbidos de los pájaros, pero después de una noche muy fría y húmeda no me apetecía salir del saco rápidamente. Cuando me decidí a dar la primera pedaleada ya eran las 9:30, dos horas más tarde de las planeadas, y viento frío me hacía parar cada diez minutos. Y así, una hora más tarde, había llegado a la Panadella. Solo había recorrido cinco kilómetros.
Empezó a llover y decidí ser más realista con mi ruta del día. Es decir, me dije que haría lo que pudiera y que si llegaba hasta Tàrrega ya era digna de ser felicitada. Me di unas palmaditas condescendientes en la espalda y seguí adelante, gritando contra el frío y el viento que me cortaban la cara.
Pero lo bueno de viajar sin un mapa de desniveles es que a veces te llevas buenas sorpresas. Resultó que después de la Panadella ya no había cuestas. El viento seguía abofeteándome la cara, pero la lluvia iba aminorando y era más fácil seguir la carretera hasta llegar a Cervera, y luego Tárrega y luego dirección Balaguer, donde podría haber llegado ese mismo día si no fuera porque vi un campo de limoneros demasiado tentador para pasar la noche.
Y es que todo pasa, incluso el viento, las cuestas, la lluvia y la baja moral. Lección aprendida.
Berbegal desde el bar
En Berbegal me encontré con el primer albergue con donación. Después de presentarme ante el chico que lo llevaba, me enseñó el que seria mi pisito durante aquella tarde noche. Para mí sola. Un baño, una cocina y una habitación con diez camas. Después de cinco noches durmiendo sobre suelo duro eso era todo un lujo.
Esparcí todas mis cosas sobre la habitación, el baño y la cocina. En menos de cinco minutos ya me había apropiado de ese lugar. Y entonces bajé al bar.
– ¡Yepaaaaa!
– ¡Yeeeeeey!
Yo: Perdone, ¿hay wifi?
– Está estropeado. Creo. Tardarán en arreglarlo. ¿Oye, hay wifi?
-Sí. Creo que sí. Sí que hay sí. Es Ayuntamiento nosequé. Ayto Berbegal o algo así. Míralo
Yo: Vale, gracias. Una clara, por favor.
– ¿Lo tienes?
– Sí, sí. Es Ayuto Berbegal.
– Sí. Hay oytro que se llama Abadal o Abedabal o Abarral pero no tenemos contraseña ni na’. Ese es del colegio. No sabemos la contraseña.
– ¿Estás haciendo el Camino?
Yo: Sí.
– Cuantos kilómetros al día son caminando?
Yo: No sé. Lo hago en bici. Pero hay días que hago cuarenta y pico, otros treinta y pico. Los dos primeros días hice poquísimos.
– ¿De dónde has venido hoy?
Yo: De Tamarite
– ¡Eso son unos cuantos kilómetros! Y llegar hasta aquí es un buen trecho de subida…
Yo: Sí. Casi muero del susto al ver la entreda al pueblo
– ¡Je! ¡je! ¡je! Y caminando cuantos kilómetros crees que son al día? ¿Lo sabes?
Yo: No lo sé. Me han dicho que unos 25 pero depende de cada etapa.
– ¡Yeeeeeeeeeeeeepa!
– ¡No grites así que los que no nos conocen se van a asustar! ¿Verdad que te ha asustao?
Yo: ¡jajaja! Un poco…
– ¡Yeeeeeeeeeey! Una copa de Torres Cinco bien llenica
(Se la bebe de un solo golpe)
– ¿A que nunca habías visto a nadie beber así?
Yo: Pues no. ¿Qué edad tiene?
– Quééé?
– Qué edad tiene usted?
– ¡No me llames de usted que me hace mu mayor!
– Tiene ochenta y es muy estudiao.
– Tengo setentaipico pa’rriba ¡je! ¡je!
– Tiene ochenta y sin entendimiento. No tiene nada de entendimiento.
– ¡Hazle una foto! ¡Hazle una foto!
(Risas en todo el bar)
– ¡Ha salido mu apañao!
– ¡Qué bien puesto estoy!
– Ahora ya te tiene fichada la CIA. Que ella es del servicio secreto ¡je! ¡je!
(Asiento con complicidad y me señalo el ojo)
– ¡Je! ¡je! Te tiene fichá el SIC ese!
Yo: ¿Cuánto es?
– Ya lo tienes pagao.
Yo: ¿Qué?
– Lo tienes pagao.
Yo: ¿Quién lo ha pagado?
– Ese de ahí. El de azul.
Yo: ¡Gracias! ¡Adiós! ¡Buenas noches!
Todo el bar (casi al unísono): Enga, ¡adiós!
Al día siguiente me voy apenada por volver a las noches sobre el suelo duro y a las mañanas perezosas en las que toca desmontar el campamento, pero pedaleo con muchas ganas de ver con qué me encontraré en el próximo bar.
Una pardilla en Pamplona
Estas son las aventuras y desventuras de una ciclista de pacotilla por España. Durante su día de descanso en Pamplona y su viaje hacia Donostia.
Salió de la Ciudadela y pasó por delante de un banco ocupado por dos señores escuchando música clásica. Uno de ellos seguía el ritmo con mucho entusiasmo.
– Es que tiene Alzeimer y le gustan las canciones.
Sin hambre pero con gula, entró en una pastelería:
– ¿Has probado las pastas de canela? Están muy buenas. Son blanditas.
– Póngame una, pues. Y otra de mermelada por favor.
– Esa no es blandita, es más dura. ¿Algo más?
Se sentó en un banco de la plaza San Francisco y disfrutó de los dulces mientras en la ikastola de al lado los niños jugaban a ser Messi o Ronaldo. «Bai»*, » ez»* y «gol» eran las únicas palabras que entendía.
«¡No la saques torcida!» Le dijo un señor mientras hacía una foto a los carteles que decoran la ciudad.
– ¿Le gusta? ¿Le parece bien?
– Mientras la catedral no esté torcida… ¿Sale recta?
– Sí, no se preocupe.
– ¡Ah! Pues muy bien entonces. ¡Que no salga torcida!
En la plaza frente a la catedral vio a unos peregrinos en bicicleta viajando con la mitad de equipaje que el suyo. Ni rastro de tienda de campaña, de aislante ni de saco. Solo dos alforjas. De repente se sintió una idiota viajando en una bici sobrecargada. Intentó consolarse (sin éxito) pensando que cargar material de acampada quizás le hacía ir más lenta y le complicaba la existencia, pero también estaba haciendo este viaje un poco más especial.
El sábado volvió a hacer equilibrios con el saco, la tienda y el aislante, y se imaginó a los pelegrinos ciclistas de la plaza de la catedral observando burlonamente a esta pardilla que se complicaba la vida con una tienda de campaña. Con un poco de complejo de caracol con la cáscara demasiado grande, puso rumbo hacia Donostia.
Una vez pasado Lekunberri, fue salvada por una familia de Leitza que la acogió en su caserío** cuando estaba perdida y el cielo estaba a punto de oscurecer. Es decir, cuando aún se sentía más pardilla que en la plaza de la catedral de Pamplona.
«Estoy muy emocionado de que estés aquí», le confesó Artaitz, el hijo mayor, mientras Ugaitz, el menor, le enseñaba su colección de pegatinas de fútbol. Esa noche acampó en un rincón entre el camino y el caserío, después de ser invitada a una ducha caliente, a una copiosa cena, a una cita para desayunar tostadas a la mañana siguiente; a queso, a dos manzanas, a galletas, a agua y cocacola. Además, a su abultado equipaje se sumaron un dibujo, una pulsera y la dirección de Artaitz para que le enviara una postal cuando llegara a Santiago.
Y esa pardilla se fue a la mañana siguiente agradecida de viajar cargada con una tienda de campaña, de no saber orientarse ni leer bien los mapas. Si no fuera porque es una cicloviajera mediocre, en sus recuerdos de viaje no habría fotos como esta.
* bai y ez son palabras en euskera que significan sí y no.
** Un caserío es una casa rural típica de Euskadi.
Re-conociendo Donosti
Mi relación con Donosti empezó con un encuentro fugaz: Una parada de enlace para coger un bus hasta Vitoria. Llovía y nos refugiamos rápidamente en una taberna. Lo que vi de la ciudad no fue más que las luces de las farolas iluminadas más allá de las ventanas del bar.
La segunda vez estuvimos también de paso, pero nos dio tiempo de dar un corto paseo por la playa de la concha y tomar las típicas fotografías de la baranda que rodea la playa. Hacía frío y bajé a la arena para poder decir que por lo menos había tocado el Cantábrico.
La tercera vez volvimos a pasear por la concha y conseguimos verla desde el monte Igueldo. Incluso fuimos a que nos escupiera el mar desde la famosa escultura de Chillida «El peine del viento».
Todas las veces que fui allí era obligado vestir con abrigo y las nubes siempre estaban sobre la ciudad, aunque parece que esta vez Donosti decidió felicitarme por haber llegado hasta ella en bici y me recibió con un sol radiante y unos treinta grados de temperatura. Se lo agradecí vistiéndome de pantalón corto y dándome un baño en la playa del que aprendí dos cosas:
▪ Que el Cantábrico es un mar frío y por lo tanto los donostiarras deben tener dos capas de piel para poder soportar un baño en él.
▪ Y que al mar cantábrico le gustan las mareas y por ello si la arena está húmeda, es mejor no poner la toalla sobre ella.
Al día siguiente Donosti volvió a ser el mismo que yo había ido conociendo poco a poco. Paseé por su casco viejo y vi las islas nubladas desde la playa. Todo volvía a estar recubierto por un ambiente nostálgico que parecía que el ambiente veraniego del día anterior hubiese ocurrido hacía ya mucho tiempo. A su manera, Donosti me había dado la bienvenida al País Vasco por cuarta vez y yo estaba encantada de volver a estar allí.
Altibajos de un viaje en bici desde Cenarruza hasta Kobaron
Sentada en la iglesia del monasterio de Cenarruza pensé que estaba donde quería estar y era lo que quería ser. Ese momento no era fruto de una repentina iluminación debido a lo sagrado del lugar. Simplemente era otra muestra de mi predilección por los lugares tranquilos y rodeados de naturaleza, ya fueran en un monasterio en lo alto de un cerro en el País Vasco o en una casa en las afuera de Avilés y con vistas a las montañas, como en la que me encuentro ahora mismo escribiendo estas líneas.
Ese estado anímico permaneció al asistir a las vísperas organizadas por los seis monjes que se ocupan del monasterio, y en el breve paseo alrededor del antiguo edificio de camino al albergue y siguió vivo también durante la cena comunitaria a base de lentejas. Pero comenzó a desparecer gradualmente a partir del día siguiente, cuando amaneció con xirimiri y cuando, otra vez, me volvieron a decir que el camino era transitable para bicis (ya he aprendido a interpretar este tipo de respuestas si el que la pronuncia tiene la apariencia de ser un monje que no ha llevado nunca una bici cargada por la montaña).
«¡¡C***** h*** d* p***!!» Les gritaba a las subidas interminables y a mi amigo el viento que me lanzaba la lluvia a la cara. Ese desahogo iba siempre precedido de una rápida inspección de mis alrededores, no fuera que apareciera alguien de repente y me descubriera en toda mi cólera. No era la primera vez que de repente aparecía un señor a mi lado, escalando la ladera de la montaña y saltando la barandilla de la carretera para dirigirse quién sabe a dónde. Si en esos momentos había alguno de esos personajes inesperados por allí, quizás había tenido la prudencia de mantenerse escondido entre los matojos hasta que la loca pasara de largo.
Pero lo peor no había llegado aún. Fue cerca de la entrada a Bilbao donde me di cuenta de cuán lejos me quedaba ya, tanto física como psicológicamente, el monasterio de Cenarruza. No había una manera lógica y directa de entrar a la ciudad en bici. Uno decía que diera media vuelta hasta encontrar un túnel, otra que llegara hasta la ría y luego la siguiera hasta entrar a la ciudad, y los carteles me indicaban una carretera que llegaba a una zona industrial donde las indicaciones se habían esfumado.
– Perdone, ¿me puede ayudar? Es que me estoy volviendo loca. ¿Cómo se entra a Bilbao en bici?
Después de dudar entre mandarme subir un monte contra el viento y el xirimiri o mandarme a Bilbao por la autovía, me indicó el camino hacia la ría. Un camino que yo intenté seguir pero que acabé perdiendo. Finalmente me rendí y llegué a la ciudad por un pequeño tramo de autovía o, como yo pensé entonces, «una carretera que parece una autovía».
Después de frenar con el pie debido al fuerte desgaste de los frenos, llegué a Bilbao, fui a buscar a Laura a su trabajo, me dejó las llaves de su casa y me instalé en su habitación durante cinco días en los que volví a creer que estaba donde quería estar y era lo que quería ser.
El viento y el xirimiri se enteraron de que el miércoles volvía a la carretera y acudieron a la cita para no perderse una ruta por la zona industrial del gran Bilbao, que no finalizó hasta llegar a Pobeña, donde una pareja de argentinos encargados del albergue municipal del Camino de Santiago reclamaba una donación mínima de siete euros que no estaba anunciada en ninguna parte. Ante mi razonamiento de que eso no era una «donación» sinó un «precio», el señor me informó de que mi bici era un problema, mientras la señora comenzó a regatear mi donativo. No me apetecía quedarme en un lugar como ese y, con un cabreo considerable, volví al camino hacia Muritz, alejándome aún más física y (sobre todo) psicológicamente de Cenarruza y Bilbao.
Finalmente llegué a Kobaron, un pueblo en el que mi pregunta sobre las posibilidades de la acampada libre en el lugar fue respondida con una invitación a pasar la noche en casa de Ro, a celebrar el cumpleaños de su hija Illane, a comer pastel, a cantar el cumpleaños feliz acompañada de veintiséis niños y a zamparme un bocadillo frente a la televisión. Esa noche dormí en un sofá con un perrito acurrucado a mis pies, y soñé que estaba donde quería estar y era lo que quería ser.
Mapa alternativo de Santiago de Compostela
Esta entrada ha sido inspirada en la actividad «A mano alzada» propuesta en el libro Turista lo serás tú de Itziar Marcotegui y Pablo Strubell (ed. La editorial viajera).
Misión: Descubrir el Santiago de Compostela de Sandra (El viaje de mi vida) a partir de un mapa dibujado por ella.
Para: Conocer la capital gallega desde el punto de vista de un local, además de poner a prueba mi orientación y la capacidad de Sandra para dibujar mapas.
Dónde: En Santiago de Compostela, Galicia, España.
Cuando: El 12 de junio de 2015.
Resultados:
Nada más salir de casa de Sandra ya estoy perdida. Sé que debo girar hacia la derecha, ¿pero cuándo?, ¿dónde?, ¿a la siguiente esquina?, ¿a la segunda? Decido recorrer la avenida de Lugo hasta llegar a la rúa del Horreo y subir hasta (¡oh, sorpresa!) encontrar una señal que me indica que girando a la derecha se encuentra el mercado de abastos. Le hago caso y tropiezo con un trozo de la antigua muralla de la ciudad: El arco de Mazarelos, también conocido como la puerta del vino. Primera prueba superada.
Cruzo el arco y me encuentro cara a cara con la Facultad de Filosofía. ¿Será esta también la Facultad de Historia marcada en el mapa? A veces las dos facultades están unidas. Entro en ella para visitar la biblioteca que, según Sandra, se merece una visita. Pero me encuentro en una sala llena de libros no muy diferente a cualquier biblioteca ordinaria de cualquier universida española. O Sandra tiene un gusto peculiar para las bibliotecas o estoy en la facultad equivocada. Decido deshacerme de las dudas consultando fotografías de la biblioteca de la Facultad de Historia de Santiago de Compostela en internet, aprovechando así la sala multimedia de la biblioteca. Definitivamete estoy en el lugar equivocado.
– ¿Perdona, dónde está la Facultad de Historia?
– En el edificio de al lado.
Al salir veo un mapa detallado del centro histórico y sorteo la tentación de echarle una ojeada. Me dirijo al edificio de al lado y planta por planta voy investigando dónde se encuentra la biblioteca. Me siento como si otra vez tuviera siete años y estuviera jugando a explorar las salas del enorme centro de deportes de Sabadell, donde iba a clases de natación cada fin de semana. A veces lograba convencer a mi hermana para explorar todas las salas y pasillos del centro en secreto. A veces no lo lograba e iba sola. Los pasillos sombríos de piedra de la Facultad de Historia me recuerdan a la laberíntica (para una niña de siete años) instalación del centro de natación. A veces me ponía de puntillas, entreabría una puerta de emergencia y una luz se escapa para dejarme ver a la gente tomando el sol en la terraza. La sensación de haber descubierto un oasis entre todo ese lío de pasillos era la misma cada vez que jugaba a ser una exploradora. Esa sensación vuelve ahora que me encuentro delante de esa puerta entreabierta que deja intuir una sala barrocamente decorada desde la que se escapan unas notas de piano.
Pero es la biblioteca lo que estábamos buscando, y aquí está. Segunda prueba superada.
Deshago mis pasos hasta volver a la puerta del vino y sigo bajando la rúa de la Virgen da cerca hasta llegar al mercado de abastos. Las tiendas cuidadas y modernas de productos locales destinados al turismo me recuerdan vagamente al Mercado de San Martín de Madrid, pero las señoras colocadas estratégicamente en el exterior con sus pequeñas cajas de lechuga o fruta siguen dando un toque pintoresco a una ciudad que cada vez me parece más un pueblo grande. Tercera prueba superada.
El siguiente objetivo es encontrar el bar Momo’s que, según el mapa, está delante del mercado de abastos. Lo encuentro después de girar dos veces sobre mí misma como una idiota. Está cerrado. Sigo hasta el final de la calle en busca de las sepulturas de colores que tan bien ha dibujado Sandra en el mapa. «Eran las sepulturas de los monjes que ahora han vaciado y pintado de colores, y son también el escenario de algunos espectáculos de música». (Ríete tú del hipsterismo moderno de Barcelona).
Paseo durante un buen rato por el parque de Bonaval sin éxito. Lo más extraño que veo es un señor caminando por el tejado de un antiguo cementerio. Ni rastro de las tumbas de colores, ¿o será que ahora son blancas? Digamos que la cuarta prueba está superada.
Sin buscarlo me encuentro en la rúa de San Pedro, pero aunque la sigo hasta el final, no llego hasta la plaza de Cervantes. Sin embargo, si algo me ha enseñado el Camino de Santiago, es a estar atenta a las señales. En seguida encuentro una que indica el camino a la plaza y descubro un lugar que me es familiar. Fue esta mi entrada al centro histórico de la ciudad justo ayer, cuando no iba siguiendo un mapa con dibujitos si no las señales amarillas del Camino. Tengo la tentación de hacerme pasar por santiaguense y preguntarle a algún peregrino «¿dónde están los pies de Cervantes?», que haga el ademán de buscarlos y yo ayudarle con un empujoncito hacia la fuente. Cambio de idea. No quiero crearme enemigos. Quinta prueba superada.
Ahora empieza el verdadero lío. ¿Qué calle es la del Preguntoiro? ¿Si giro por aquí voy a la rúa Nova? ¿Qué calle es esta? ¿Dónde estoy? ¿Esta callecita se une otra vez con la calle preguntoiro? ¿Por qué la calle ha cambiado de nombre? ¿En esa esquinita estará el Modus Vivendi? (Afirmativo) ¿Y el bar Tita? ¿Pero no se supone que está en la misma calle que el Casino? ¿Quizás tengo que girar por esa callejuela?
– ¿Perdone, dónde está el bar Tita?
– Recto a la izquierda.
– Gracias.
¡Anda! ¿No es esta la plaza de los caballos? ¿Y el edificio más estrecho de Santiago debe ser ese con las puertas rojas? Por fuera parece normal, qué lástima no poder entrar para comprobar si las habitaciones no miden más de un metro y medio de ancho… Entonces, ¿el bar Tita debe estar en esa calle?
Lo bueno de hacer esta prueba en Santiago de Compostela es que su casco histórico es tan pequeño que al final acabas encontrando lo que buscas. Aunque no sea gracias al mapa. Si estuviera haciendo este juego en Madrid, no dudes de que aún andaría perdida. Sexta, séptima, octava, novena y décima prueba superadas. Y una de las mejores tortillas de Santiago degustadas.
Vuelvo a la plaza de los caballos y paseo alrededor de la plaza del Obradoiro. Entro en el Hostal de los Reyes Católicos y me cuesta creer que este hotel de cinco estrellas, lleno de gente vestida con trajes impecables y de señoras con la nariz operada, naciera como hospital y hostal para pelegrinos. Lo único que perdura de su orígen es el desayuno gratuito a las seis de la mañana para los caminantes. Todo lo demás parece exactamente la antítesis del llamado «espíritu del Camino». Onceava prueba superada.
Paso por delante del Ayuntamiento y me dirijo al rectorado para reorientar mi vida laboral: Me situo de espaldas al muro del edificio y señalo al azar una de las carreras que aparecen en él. Me ha tocado Geografía. No voy desencaminada. Doceava prueba superada.
Continúo hacia delante y supongo que esta pequeña plaza llena de flores es la que está dibujada en el mapa. Sigo una de sus calles al azar y me encuentro por suerte en la rúa Raiña, donde pruebo los mejillones tigre. «El mejillón gallego es diferente al mediterráneo. No sabe tanto a mar y es más grande. Además, no sé qué le ponen a la salsa para que sea tan picante y a la vez tan adictiva». Compruebo que Sandra tiene razón y apuro la salsa del plato con la cáscara del mejillón. Decimotercera prueba superada.
Salgo de la rúa Raiña y me encuentro en la rúa do Franco, donde hago el tradicional París-Dakar de los estudiantes de Santiago al revés: Me tomo una cañita en el bar Dakar y termino la calle con otra cañita en el bar París. Si hubiese seguido el París-Dakar al pie de la letra, debería haber tomado una caña en cada uno de los bares que se encuentran entre el bar París (empezando por este) y el Dakar (su punto y final), pero aún me queda por visitar el parque de la Alameda y quiero superar esta prueba sobria.
Cerca del bar París veo una calle ancha que parece acabar en lo que supongo que es el parque de la Alameda. Entro en él y veo a las dos Maruxas recibiendo a los turistas que quieren hacerse fotos indecentes con ellas. El aparente humor de esta escultura esconde en realidad una historia triste de dos hermanas cuya familia fue asesinada y perseguida durante el franquismo. Su forma de escapar de la agobiante presión del régimen fue adoptando una vestimenta llamativa y paseando juntas por el parque de la Alameda, según algunas lenguas para prostituirse con los estudiantes.
Decimocuarta prueba superada. Dejo a las dos hermanas divertirse con los turistas que posan junto a ellas ante las cámaras y voy en busca del banco de los enamorados. Cualquier banco circular podría serlo.
¿Y ese semicírculo de piedra que está por ahí escondidó?
– Hola, ¿de dónde són?
– De Honduras.
– ¿Quieren probar si es cierta una historia que me han contado? Dicen que en el parque hay un banco semicircular en el que solían sentarse algunas parejas para decirse palabras bonitas sin que los oyera la acompañante. Él se sentaba en una esquina, ella en otra y la señora que los seguía para controlar que se comportaran se sentaba en el centro. Dicen que, en esta posición, las palabras que se susurraban los amantes podían ser escuchadas por estos sin que la señora se enterara de nada. Creo que el banco es ese de ahí, pero me gustaría comprobarlo. ¿Les apetece?
– ¡Claro! ¿Quién va a ser la vieja que se sienta en el centro?
– Yo.
– Te voy a decir cosas bonitas mi amor…
– Ay, qué bien…
– Tienen que decirlo más bajito, susurrando.
– …
– …
– …
– …
– ¿Has oído algo?
– ¡No!
– ¡Entonces es verdad! Debe haber una acústica especial.
– Sí, es este banco. Decimoquinta prueba superada.
– ¿Quieres saber qué le he dicho?
– ¿Qué le ha dicho?
– Que ahora que hemos cumplido cuarenta y cuatro años de casados sigo amándola como el primer día, y cuando sea una viejita seguiré viéndola como cuando tenía veinte.
Dejo al grupo de hondureños divertirse con el descubrimiento y voy a darle las gracias a Valle-Inclán por Luces de bohemia. Me siento junto a él y observamos petrificados las vistas a la catedral. Decimosexta prueba superada. Me despido de este juego y vuelvo a casa de Sandra para darle las gracias por haber convertido esta ciudad en algo más que el final de mi Camino de Santiago.
Epílogo:
Esta prueba quedó incompleta por varias razones. Una: Olvidé visitar el bar Derby, donde Valle-Inclán se iba a tomar una copa y quizás escribió alguna de sus obras. Dos: No pude entrar en el bar Momo’s porque estaba cerrado. Tres: Tampoco entré en el Modus Vivendi por la misma razón.
Sandra me llevó a estos tres lugares al atardecer y descubrí que uno puede encontrarse desayunando un chocolate con churros en un lugar que recuerda a los tradicionales bares madrileños (Derby). Luego puede entrar por una ordinaria y vieja puerta de madera y encontrarse de repente con un decorado de fantasía que cruza una antigua calle de la ciudad hasta llegar a una bonita glorieta con una de las mejores terrazas desde las que observar el atardecer (Momo’s). Y finalmente se puede acabar la noche en una antigua cuadra en la que se puede beber licor de orujo y de café sobre los bebederos del ganado e intentar, más tarde, superar la rampa de piedra con eslabones sin perder la dignidad (Modus Vivendi). Santiago es surrelista.
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