Se dice que Yunnan es una de las regiones más bonitas de China y aunque no conozco todo el país, no tengo dudas de que se trata de una de las zonas más interesantes. ¡Prepárate para disfrutar mucho de este viaje! En esta guía encontrarás toda la info para viajar a Yunnan por tu cuenta.
· Esta región de China es una de las zonas más diversas del país: En ella se encuentran numerosas etnias que aún hoy luchan por mantener sus tradiciones.
Los chinos visitan Yunnan para escapar de la contaminación de las grandes ciudades y conocer el poco patrimonio arquitectónico que se ha recuperado desde la Revolución Cultural. Los extranjeros visitan Yunnan para conocer una de las caras más desconocidas de China y para quedarse boquiabiertos con algunos de los paisajes más espectaculares del continente asiático.
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· Cómo llegar a Yunnan
Los vuelos desde España a Kuming son caros y llenos de escalas. Lo más recomendable es buscar una combinación de vuelos que funcione dentro de tu viaje a China.
Si, por ejemplo, tienes planeado visitar otras regiones del país, puedes volar a Pekín, Shanghai o cualquier otra capital con mejores conexiones y luego buscar el mejor vuelo a Kunming desde una de las ciudades que vayas a recorrer en tu ruta.
Pero si Yunnan es la única región que planeas visitar, entonces estas son las combinaciones que mejor funcionan:
O…
Para viajar a Yunnan por tierra, se puede cruzar cualquiera de las fronteras con Laos y Vietnam (mi experiencia cruzando la frontera entre Vietnam y China por Hekou fue fácil y rápida) o viajar en el tren Chengdú – Kunming.
· Mejor época para viajar a Yunnan
Yunnan tiene un clima muy variado: Las zonas montañosas y cercanas a la frontera con Tibet son frías, mientras que las cercanas al Sudeste Asiático tienen temperaturas más templadas.
Cualquier época es buena para viajar a Yunnan si se va con la ropa adecuada, pero durante el invierno, las terrazas de Yuanyang están inundadas y se ven espectaculares. Aunque en esa época del año hay que ir preparada para el frío y posibles nevadas en las zonas de montaña.

China es un país seguro para viajar sola. Durante los 10 días que estuve recorriendo la provincia de Yunnan, me sentí muy cuidada por toda la gente que me encontré por el camino y no tuve en ningún momento sensación de inseguridad. Solo recomendaría ir con mucho cuidado en las calles de Kunming. Las motos eléctricas pasan por todos lados y apenas se las oye.
En cuanto a los temas de salud, China no cuenta con un sistema de salud público para los extranjeros y la barrera lingüística puede convertirse en un grave problema. Así que me parece imprescindible contratar un seguro para viajar a Yunnan.
La comida de Yunnan es picante, pero un picante que alcanza niveles soportables, no como en Sichuan. Su especialidad son las patatas con chile, y me gustaron tanto que intenté cocinarlas en Taiwán sin el mismo éxito. Pero de Yunnan no solo son conocidas sus patatas.
En Yunnan tienen una manera especial de cocinar los fideos que, como casi todo en China, tiene su origen en una leyenda. Se dice que un día una mujer quiso preparar fideos para su marido, pero estaba tan cansada que se quedó dormida y se olvidó de sacarlos de la olla.
Al despertar, se dio cuenta del descuido, pero ya no le quedaba dinero para comprar otros fideos, así que esa era la única comida que podía ofrecerle a su marido, quien le dijo que esos eran los mejores fideos que nunca había probado. Desde entonces los fideos se cocinan en una pequeña cacerola de barro, dejándolos hervir durante unos minutos en la sopa, mezclada con las especias.
En los puestos callejeros de Yunnan, además de las patatas y maíz al vapor, también puedes encontrar una especie de masa gelatinosa de color amarillento que se mezcla con chile y otras salsas. Si no le tienes manía a la textura gelatinosa, te va a gustar. Este plato también tiene otra versión en la que se sustituye esa masa por otra de textura similar pero de color negro. El sabor es más intenso y, al principio, cuesta acostumbrarse.
Otro de los snacks que se puede encontrar en Yunnan es la típica porra madrilenya, pero en vez de mojarla en café, se impregna de una salsa dulce y otra picante y se enrolla en una torta de arroz. El sabor parece extraño al primer mordisco, pero al segundo comienza a ser delicioso.
En cuanto a la bebida, el té es el rey. Si este líquido ya es popular en toda China, imagínate en una región donde crece uno de los tés más caros del mundo, el té de Pu’er.
Antiguamente, en esta ciudad de Yunnan se cargaba a los caballos con enormes sacos llenos de hojas de té y, desde allí, cruzaban la región de Yunnan para distribuirlo hacia Tibet y el resto de China. Ahora que las comunicaciones terrestres en Asia están más desarrolladas, esta antigua ruta ha desaparecido, pero aún quedan unos pocos viajeros que descubren esta región de China siguiendo los pasos de esos caballos.
Yunnan tiene pueblos rurales que parecen haberse quedado congelados en el tiempo y algunos de los paisajes más desconocidos de China. Por la dificultad de llegar a esta región de China, pocos extranjeros la recorren, pero es muy querida por los chinos, por lo que el turismo nacional está muy desarrollado.
Esto tiene dos ventajas: Es bastante sencillo moverse por la zona y se puede conocer una China más auténtica, alejada de los típicos circuitos turísticos occidentales.
· Kunming
Kunming es la capital de la región. Es una gran ciudad y por lo tanto tiene los pros y los contras de las grandes ciudades, pero si te gusta entretenerte paseando por la calle y observando cómo la gente hace Taichi en el parque, te encantará.
Uno de los lugares más curiosos a unas dos horas de Kunming, es Shilin, el bosque de piedra, para llegar hay que subir en el bus urbano número 154 de la Estación Sur.
· Yuanyang
Este lugar fue declarado Patrimonio de la Humanidad en el 2013 por la impresionante técnica de trabajo de los agricultores de la zona. Cultivar arroz en esas montañas es todo un arte y además regalan un juego de espejos cuando están llenas de agua que atrae a los turistas del resto de China.
La entrada a las terrazas cuesta unos 100 yuanes y con ella tienes acceso a una ruta circular con tres miradores diferentes. El acceso a los miradores es único, por lo que una vez sales ya no puedes volver a entrar a no ser que pagues otra vez.
· Dali
Esta pequeña ciudad ha recuperado las casas tradicionales de su casco histórico. Pasear por ella es como caminar por un pueblo de juguete. Si consigues apartarte de las tiendas turísticas y de los paseos abarrotados de gente, podrás conocer la China que se esconde detrás de los escaparates y de las florituras.
Uno de los aciertos durante los días que pasé en Dali, fue alquilar una bicicleta y recorrer parte del lago para conocer la vida rural de China.
Para llegar a Dali desde Kunming, el tren tarda unas siete horas (68 RMB el asiento). Una vez en la estación debes subir al autobús número 8 (1.5 RMB) y bajar en el casco antiguo.
· Shangalang
Este pueblito situado en el lago Erhai vive de la pesca y, ahora, del turismo local promovido por algunos personajes populares de la sociedad china que nacieron en ese lugar. El pueblo se está transformando en un lugar de turismo de nivel económico alto, pero vale la pena visitarlo y perderse por sus casas construidas sobre las rocas, probar los fideos locales y contemplar la puesta de sol sobre el lago. Los colores son espectaculares.
Durante mis días en Shangalang, me alojé en el hostal Love this Life. Lo lleva adelante Nickie, quien conoce muy bien la zona y la región de Yunnan. El hostal está muy cuidado y es muy cómodo.
· Shaxi
Este pueblo a medio camino entre Dali y Lijiang es uno de los lugares más interesantes de Yunnan. Es pequeño y fácil de recorrer en un día, pero si quieres disfrutar de su mercado, del paisaje y de los alrededores dedícale un mínimo de dos días.
· Lijiang
Para mí fue difícil acostumbrarme a Lijiang. Es una ciudad muy bonita, con rincones bellísimos, pero las calles están abarrotadas y con la multitud es difícil disfrutar de la ciudad con tranquilidad. Aún así, es muy interesante descubrir la cultura Nasi y su arquitectura es realmente preciosa.
La ciudad es el centro turístico de Yunnan así que es muy fácil encontrar alojamientos para todos los gustos:
· Banxi
Este pueblo cerca de Lijiang tiene solo dos calles, pero desde ellas se puede ver la Montaña Nevada y a las señoras Naxi vendiendo y conversando en el mercado.
Para llegar a Banxi, sube al bus número 6 desde Lijiang por solo 1 RMB.
· Shuhe
Me pareció un Lijiang en miniatura: menos calles y tiendas de recuerdos que en Lijiang y más gente y turistas que en Banxi. También se llega con el bus número 6 desde Lijiang, por lo que puedes combinar la visita de Banxi y Shuhe en un mismo día.
Entré a China por su puerta trasera: la frontera de Lao Cai – Hekou. A diferencia de las fronteras del sudeste asiático, aquí era la única formando cola en la ventanilla de entrada de extranjeros. Era también la única persona dando vueltas por Hekou buscando un cajero que aceptara mi visa; y la única extranjera también en el autobús a Kunming.
KUNMING
«Todo el mundo que llega a China y viaja por Yunnan se quiere quedar», me dice Lisa mientras jugamos a ping pong sobre la mesa del recibidor. Y la verdad es que después de seis meses de viaje y de haber estado en una decena de ciudades asiáticas, si me preguntaran hoy dónde me gustaría vivir, mi respuesta sería: Kunming.
La capital de Yunnan destroza todos los tópicos asociados a las ciudades chinas. Sí, hay rascacielos, y sí, se construyen nuevos edificios por todas partes; pero el aire es limpio, las aceras anchas, hay zonas exclusivamente peatonales y la gente no se mueve con prisas.
DALI
«Cada año vengo a Dali por lo menos tres veces. Voy a quedarme diez días aquí. El aire es tan limpio», me dijo una chica que me invitó a sentarme con ella mientras sorbía un batido de mango.
«Hay vajeros que llegan a Dali y se quedan un día, otros se quedan semanas», me dijo Lisa antes de coger el tren de Kunming a Dali. Yo estoy en el punto medio. Me quedé en Dali tres días porqué el aire, es verdad, es limpísimo; porque el lago no es el más bonito que he visto, pero está rodeado de la tranquilidad de la vida en el campo.
SHANGALANG
«Si eres un viajero relajado y no tienes prisa, ven a Shanglang, tienes una cama en mi hostal», decía el perfil de Couchsurfing de Nickie. Y aquí estoy, en Shanglang, disfrutrando en primera fila cómo un pueblo pesquero se transforma en escenario turístico. «Antes había solo diez hostales, adivina cuántos hay ahora… ¡trescientos!» dice Nickie entre risas.
China es un país de locos de la construcción. Se construyen casas, hoteles, rascacielos y carreteras sin pensar, y Shanglang es el vivo ejemplo de ello. Sin embargo, entre piedras, cemento y obreros, aún es posible disfrutar de unas bonitas vistas del lago, de pescado frito, fideos, miradores entre rocas y una luz clara y limpia que se enrojece tras las montañas cada tarde.
YUNNAN
«Es difícil China, es un desastre de país» le está diciendo ahora mismo a Nickie un suizo que vive en Shangrila, «aunque aquí es diferente».
Yunnan es un pequeño oasis en China. Dicen que es la región de la eterna primavera, por sus temperaturas templadas (aunque yo estoy escribiendo esto con las puntas de los dedos casi congeladas), por el aire limpio (será porqué en Kunming apuestan por los vehículos eléctricos y la energía solar), y la comida… La comida es deliciosa en toda China, dicen. Seguro que tienen razón, aunque Yunnan ha puesto el listón muy alto.
Pero lo que más me gusta de Yunnan no son sus motocicletas eléctricas, su comida y el cielo azul, sinó los números de teléfono que me escribieron dos chicos en un papel mientras me invitaban a visitar su pueblo, la comida casera en casa de Nickie; el conductor de autobús que, viéndome perdida, me acercó a la calle que buscaba sin pagar el viaje. El té de rosas al que me invitó Yanz y la abuelita que se acercó a mí simplemente para observarme durante un buen rato en la estación de Hekou. Con una sonrisa, me habló en un idioma que aún no entiendo.
«En China hay muy buena gente. Te van a tratar muy bien» me dijo Lisa. Y, hasta el momento, los chinos me están mimando mucho. Quizás por eso, por ahora, no me imagino viajando por otro lugar. Estoy exactamente donde quiero estar.
Un paseo por Lijiang
Lijiang es tal y como me lo contaron: precioso, pero saturado de turistas. Después de un par de días en Baisha viendo nevar, ya había olvidado las tiendas de recuerdos y los turistas de Dali. Cuando llegué a Lijiang volví a acordarme de ellos y me pareció que me había equivocado. En Dali no había demasiados turistas, en Lijiang sí.
Cuesta fijarse en los detalles entre tantas tiendas de comida, joyerías, música, amaestradores de águilas, chicas disfrazadas… Una no sabe dónde fijar su atención. Por eso lo mejor en Lijiang es perderse. Seguir a ese chico local que pasea su perro y acabar tropezando con una calle vacía de turistas pero llena de mujeres lavando la ropa y la comida en el arroyo; levantar la vista y darse cuenta de que están frente a un templo budista. Entrar y encontrarse esto.
Si una se pierde siempre encuentra algo, como por ejemplo el mercado de Zhongyi, donde mujeres en bicicleta venden fruta y frituras en la entrada mientras mantienen un pie en el pedal por si viene la policía y tienen que huir. Más adentro están las verduleras, fruteras y carniceras, y escondido en un rincón hay un puestecito de comida que vende comida típica de Lijiang a la mitad de precio que los puestos de comida del centro histórico.
Si después de unas horas perdida por Lijiang una decide volver al hostal a descansar puede que se encuentre a alguien que le haga cambiar de idea:
– Hello!
– Hi!
– It’s so strange to find foreigners here! (¡Es tan raro encontrar extranjeros por aquí!)
– Where are you from? (¿De dónde eres?)
– Argentina.
– ¡Hola!
– ¡Española!
Jorge se perdió en Lijiang. Después de un viaje a China para estudiar las etnias de Asia se quedó atrapado por la cultura Naxi. Y aquí está, un año y medio después, viviendo en un pueblo cercano a Lijiang y aprendiendo la lengua naxi.
Es curioso cómo se transforma un lugar cuando encuentras a alguien que te enseña a leer sus señales. Después de dar una vuelta por el centro histórico con Jorge entendí un poco mejor Lijiang. De repente las calles dejaron de ser un bonito escenario de paseo y se convirtieron en un entramado de huellas de la cultura Naxi.
El señor vestido con una corona de colores y pieles ya no era un vendedor de cuadernos con dibujitos, si no un chamán que escribía libritos sobre las leyendas de su pueblo. Las chicas vestidas de rojo con el pelo recogido en un extraño moño no eran chicas disfrazadas, eran Lishu. Aunque aquellas chicas con un vistoso traje y sombrero enfrente del bar sí que estaban disfrazadas, pero de Moso, una tribu conocida como «el reino de las mujeres», por la poligamia que practican ellas.
Las paredes ya no estaban decoradas con bonitos frescos, si no que contaban el diluvio universal según los Naxi; o eran un diccionario Naxi-chino-inglés. Los bailes en la plaza no eran un espectáculo para turistas, si no un divertimento de los locales; casi una costumbre. (Más tarde, al volver al mercado, me encontraría a cuatro carniceras bailando y riendo mientras esperaban clientes).
Cuatro días en Lijiang no me han bastado para comprenderlo del todo. El tiempo ha sido demasiado frío y he estado demasiado ocupada extendiendo mi visado en China. Me he perdido el trekking por La garganta del tigre, Shangrila y un viaje en bicicleta alrededor de La montaña del dragón de jade. Digo que me lo he perdido porqué mañana viajo a Xiamen.
Tengo veinte días más en China y en vez de quedarme en Lijiang visitando todos esos lugares que aún no he tenido tiempo de ver, me voy a pasar tres días en el tren para llegar a Xiamen. Pensarás que me he vuelto loca, y quizás tengas razón, pero una invitación para pasar las navidades y el fin de año en casa de una familia local no se recibe todos los días.
Nakui, una chica que se ha convertido en mi amiga después de conocerla en Malasia y de pasar unos días con ella en Bangkok, me ha invitado a pasar unos días en su pueblo. Me ha dicho que no hay mucho que ver, pero que la comida es buenísima. Y como a mí se me conquista por el estómago, no he podido decirle que no.
La garganta del Tigre y La montaña del dragón de jade estarán allí cuando vuelva. Son una de las razones por las que quiero volver a Yunnan. Pero la oportunidad de seguir conociendo la cultura china desde dentro y de volver a ver a Nakui no puedo dejarla escapar. Así que ya sabéis, la próxima semana os hablaré desde algún lugar cerca de Xiamen.
Estas fent una veritable guia de viatge, molt interesant per qui vulgui visitar-ho.