La meditación Vipassana, que quiere decir ver las cosas tal y como son, es una de las técnicas de meditación más antiguas de India. Fue redescubierta por Gotama (Buda) y fue enseñada por él mismo como un aprendizaje sobre el arte de vivir. Esta técnica está libre de cualquier sectarismo y religión y su objetivo último es la erradicación de todas las impurezas mentales y la liberación total.
· Esto es todo lo que sabía sobre el Vipassana cuando me inscribí en un curso de meditación en Bodhgaya. Parecía prometedor. En diez días aprendería a lidiar con los problemas diarios y el sufrimiento; en pocas palabras, aprendería a vivir. ¿Cómo no iba a empezar con ganas el curso más duro que nunca he realizado?
Mi vida durante diez días sería esta:
4:00 Despertar.
4:30-6:30 Meditación en la sala o en la habitación.
6:30-8:00 Desayuno.
8:00-9:00 Meditación en grupo.
9:00-11:00 Meditación en el salón o en la habitación, según instrucciones del profesor.
11:00-12:00 Comida.
12:00-13:00 Descanso y entrevista con el asistente del profesor.
13:00-14:30 Meditación en el salón o en la habitación.
14:30-15:30 Meditación en grupo.
15:30-17:00 Meditación en el salón o en la habitación, según instrucciones del profesor.
17:00-18:00 Hora del té.
18:00-19:00 Meditación en grupo.
19:00-20:15 Discurso del profesor.
20:15-21:00 Meditación en grupo.
21:00-21:30 Preguntas.
21:30 Descanso en la habitación. Se apagan las luces.
Por si levantarse a las 4 no fuera suficientemente duro, durante los diez días no podríamos hablar, ni leer, ni escribir, ni escuchar música ni usar ningún dispositivo electrónico ni hacer ejercicio físico.
Durante diez días seríamos más de cincuenta almas vagando entre los jardines de un centro de meditación Vipassana de Bodhgaya, ocupándonos solo de comer y meditar.
Mi vida en el centro de meditación Vipassana de Bodgaya prometía ser aburrida. Seguramente me dormiría en las clases de meditación y pasaría hambre, pero decidí inscribirme en el curso para darle una oportunidad a una nueva experiencia. Quién sabe, quizás mi mente alcanzaría la paz.
Spoiler:
Esto último no ha ocurrido, pero la experiencia ha superado mis expectativas, que eran pocas y no muy ambiciosas.
Para entender los resultados, hay que entender el proceso, así que lo mejor será que te cuente mi experiencia tal y como lo habría hecho si durante esos días me hubieran dejado un papel y un lápiz para describir cómo ha sido mi vida en el limbo.
Mi experiencia en un retiro de Meditación Vipassana durante 10 días
· Día 0 de meditación Vipassana
Mi llegada al centro de meditación empieza con un reencuentro. En la oficina, una pareja rusa que conocí en Darjeeling está rellenando el formulario de llegada. Victoria y yo confesamos sentirnos aliviadas por reencontrarnos aquí. Es nuestra primera experiencia en un retiro de meditación y realmente no sabemos qué vamos a encontrarnos. Somos un grupo de más de cincuenta personas, más de cuarenta son hombres y trece somos mujeres. Solo somos diez extranjeros.
He descubierto que soy la única que tiene dos camas en la habitación y una decena de almohadas y cubrecamas, pero no tengo baño. Además, una chica vestida con un sari rosa no deja de observarme como si fuera un ser llegado de otro mundo.
Incluso ha intentado meterse en mi habitación con intenciones desconocidas. Cuando le he cerrado la puerta en las narices ha asomado la cabeza por la ventana. He decidido que no me gusta esa chica.
· Día 1
Desde las 4:30 de la mañana, mi mayor objetivo ha sido prestar atención a mi respiración.
He redescubierto que mis niveles de concentración son casi nulos, pero como dice la voz que sale de los altavoces: «Si tu mente se desconcentra, acéptalo y vuelve a centrar tu atención en la respiración». Creo que ha habido algún momento en el que he rozado el nirvana, pero tengo la sensación de que en realidad me he dormido.
Me han cambiado de habitación cuando una de las voluntarias ha descubierto que estaba durmiendo en el trastero. Me han pedido disculpas.
· Día 2
El cojín de Victoria y su novio ya no están en la sala común y pienso que esta pareja tiene muy poca paciencia. Pero empiezo a entenderlos cuando después de dos horas intentando concentrarme en mi respiración, mi mente divaga entre algunos proyectos que tengo entre manos, mis futuros pasos en India, en el mundo, en mi família, en mis amigos, en qué bonito es el sari de la asistente del profesor…
Doy gracias a Buda cuando el profesor nos indica que cambiemos nuestro objeto de observación. Ahora debemos descubrir las sensaciones que aparecen en la zona de la nariz.
· Día 3
El baño se ha convertido en mi mejor amigo y tantas visitas nocturnas han hecho que mi cansancio fuera tal que no oyera la campana y me perdiera las dos horas de meditación matutinas.
El profesor dijo que el segundo y el sexto día son los más difíciles de superar, pero para mí es el tercero. El concierto de erutos que se escucha en la zona reservada para los hombres me desconcentra. Hace calor. Me aburro. Quiero ir al baño. Cuando cierro los ojos veo la cara de Santiago Segura con cuerpo de perro.
La chica del sari rosa suelta un eruto que en realidad parece la voz de un ser del ultramundo. Me parece que esa voz ha pronunciado la palabra «chocolate». A ese extraño eruto le siguen algunos más ligeros, un simple «ptsssssssss». Mi mente se rinde y decide que el concierto que sale de dentro de esa personita es más interesante que las sensaciones en mi nariz.
· Día 4
Por fin nos han enseñado la técnica Vipassana. Para un día tan especial la asistente del profesor se ha vestido con un impecable sari blanco y parece flotar en una nube cuando medita en su cojín.
La voz del professor, grave y lenta, ha guiado nuestra mente a través de todo el cuerpo, observando todas las sensaciones desde la cabeza hasta los pies. Durante una hora mi mente se ha concentrado en el hormigueo de la cabeza, la presión en el cuello, la tensión en los brazos… Y al acabar me he sentido tan relajada que los seis días que quedan de camino se me hacen menos cuesta arriba.
Esa noche el profesor nos explica que el objetivo de observar cada una de las sensaciones del cuerpo es el de experimentar que todo es cambio. Un hormigueo aparece y al cabo de unos minutos o segundos se va. Nos duele la rodilla, pero al cabo de dos paseos por nuestro cuerpo descubrimos que ese dolor ha desaparecido. El verdadero sufrimiento no es el dolor que aparece en nuestra rodilla o que una sensación placentera en nuestra mejilla haya desaparecido, si no nuestro deseo. El deseo de que ese dolor se vaya y el deseo de que ese placer no desaparezca nunca. Eso se traduce en una vida miserable, en una vida cuya felicidad depende de la cantidad de placer y de dolor que haya en ella.
Según Gotama, la forma de terminar con esa miseria es tomando las riendas de nuestra mente enseñándole que no todo dura para siempre y, por lo tanto, no tiene ningún sentido dejarse llevar por la desesperación cuando el dolor llega a nuestra vida, ni por el hedonismo cuando aparece el placer.
Este pensamiento no es nuevo para mí, pero siempre ha habido algo en él que me ha incomodado y nunca he sabido qué es. Quizás me parece una afirmación demasiado dramática decir que nuestra existencia es miserable. La mía, no la siento como tal. Y eliminar el deseo me parece eliminar la pasión por vivir. Me voy a la cama con la cabeza llena de dudas.
· Día 5
Sigo visitando a mi amigo el baño con frecuencia y, para añadir aún más dramatismo a la situación, hoy me ha venido la regla.
Ha llegado con el suficiente dolor como para que decidiera tomar medicación, para que no hiciera efecto, para que volviera a perderme la meditación de la mañana, para pedir más medicación a una de las voluntarias del curso, para que me anunciara que las pastillas no llegarían hasta la tarde, para que me echara a llorar.
Decido ir a la meditación de las once a pesar del dolor y sigo trabajando con las sensaciones del cuerpo mientras la voz de los altavoces insiste en que mantengamos nuestra ecuanimidad ante cualquier sensación.
«Que se meta en mi cuerpo y mantenga la ecuanimidad con este dolor en el útero», pienso con sorna.
Pero lo cierto es que al cabo de un rato mi dolor ha desaparecido y puedo vivir sin visitar el baño durante el resto del día. Ahora me resulta más fácil mover mi mente por cada una de las partes de mi cuerpo, pero al hablar con la asistente del profesor me señala un error que he estado cometiendo durante la meditación: No he mantenido la misma posición durante por lo menos una hora.
La meditación Vipassana ya no me parece tan agradable. Mantener la misma posición durante una hora es imposible y, sobre todo, una soberana tonteria.
· Día 6
He decidido tomarme la meditación en serio e intento aguantar una hora en la misma posición, pero primero debo encontrar LA posición. Esa posición en la que las piernas no se duerman, el trasero no grite, la espalda no se tensione, los hombros no me pesen… Al cabo de una hora intentando encontrar esa posición ideal, de frustrarme, de pensar que esa meditación es imposible, que no estoy preparada para eso, que aún quedan cuatro días y que voy a dedicarlos en concentrarme en lo que me de la real gana; me doy cuenta de que en ese pequeño cojín estoy reproduciendo el patrón mental que aplico a mi vida diaria y que hace que esta sea «miserable», según las palabras de Buda.
Tarde o temprano, en cualquier posición mantenida durante una hora, el dolor muscular llegará, así que en realidad he pasado una hora persiguiendo una posición que no existe; persiguiendo el bienestar de mi cuerpo y huyendo del dolor ¿Y no es este el patrón por el que se rige mi vida?
Para poner un ejemplo cercano: Ayer mismo el mundo se derrumbó con una simple menstruación. Llegó un dolor que es natural, que no me es desconocido y que, de hecho, sabía que tarde o temprano desaparecería de forma natural, como cualquier sensación. ¿Qué pasó en mi cabeza para que ante una situación como aquella me echara a llorar?
Es sencillo de explicar después de pasar una hora en un cojín. Mi cabeza no hizo otra cosa que dejarse llevar por el deseo y el ansia. Quería que el dolor desapareciera, pero que desapareciera AHORA. Cuando me di cuenta de que el dolor no se iria bajo mi voluntad si no bajo la voluntad de la naturaleza, me desmoroné. Y así es como comprendí a qué se referían el profesor y Buda cuando hablaban de «miseria» y acepté que mi vida estaba llena de ella.
Las palabras del profesor esa noche no pudieron ser más acertadas: «Hoy empezáis a entender la raíz de la miseria de la vida porqué la habéis experimentado en vuestro cuerpo.» Mi mente lleva toda la vida persiguiendo el deseo y huyendo del dolor, desesperándose cuando no consigue ni una cosa ni otra, pero no ha sido hasta que me he sentado en un cojín durante una hora que me he dado cuenta de ello.
· Día 7
Por lo menos durante tres meditaciones diarias intento mantener la misma posición. Hay sensaciones dolorosas en mi cuerpo que desaparecen rápido, otras tardan un poco más, pero ese dolor en el trasero permanece hasta incluso cuando me levanto del cojín.
Intento probar con la posición del loto, pero las piernas se duermen y tengo miedo que acaben cortándomelas porque la sangre no ha llegado a ellas. No puedo evitar cambiar de posición.
· Día 8
Aunque consigo mantener la misma posición durante una hora en las tres meditaciones, más que mantenerme ecuánime ante el dolor, lo que hago es soportarlo.
Para agravarlo, el profesor habla de un flujo de sensaciones en todo el cuerpo que yo no siento. ¿Algo estaré haciendo mal?
También hay zonas en las que no siento nada y cuando las observo me inquieto y deseo sentir algo, aunque sea dolor. Todo esto hace que mi mente no pueda seguir moviéndose por las demás partes del cuerpo, se desconcentre, se fustre, sienta que algo está haciendo mal y piense que un curso de meditación es como lanzarte al agua por primera vez sin flotador y pedirte que llegues a la otra orilla del río.
Comento con el asistente del profesor mis inquietudes y al final entiendo que lo que hago al meditar no es practicar la técnica Vipassana sino un simple listado de las sensaciones de mi cuerpo. Pasear mi mente desde la cabeza a los pies no es suficiente, debo concentrarme, pero sobre todo debo mantenerme ecuánime. No desear sensación en las partes «ciegas» o ansiar que el dolor desaparezca. El dolor desaparecerá y las sensaciones llegarán, pero no tienen que hacerlo ahora.
Por primera vez sigo al pie de la letra la técnica Vipassana. Las partes «ciegas» de mi cuerpo continuan sin sentir y el dolor del trasero continua siendo agudo, pero mi mente acepta ambas situaciones. Me siento feliz. Al acabar la meditación observo a mi compañera que sigue concentrada. Parece un buñuelo envuelto en un sari rosa. Se le escapa un erutito. «Ptssssssss».
Siento ganas de abrazarla.
· Día 9
Me duelen la cabeza, las piernas, la espalda y los brazos, pero no tengo problemas para aguantar la misma posición durante una hora.
Finalmente he aceptado que no estoy allí para alcanzar la iluminación en diez días, si no para aprender una técnica que puede resultarme útil para lidiar con los problemas diarios. Estoy aprendiendo a nadar para no ahogarme en el río, no para participar en los Juegos Olímpicos.
· Día 10
El silencio termina a las diez de la mañana y parece que todas tenemos muchas cosas que decir después de diez días sin hablarnos.
En la comida nos reunimos en la misma mesa, una monja budista bromea conmigo en hindi y, evidentemente, no entiendo nada, pero todo el mundo ríe cuando le respondo la broma como puedo.
Una chica embarazada dice que espera mellizos y otra mujer de setenta años que viste elegantes saris nos cuenta que antes era relojera. Las meditaciones no son tan serias cuando el silencio se rompe, pero la alegría se multiplica.
· Día 11
Hoy nos reencontramos con el mundo.
Además, justo hoy, hace un año que me encontraba en el aeropuerto de Barcelona despidiéndome de mis padres.
Pienso que la Irene de ahora tiene pocas cosas en común con esa chica triste y asustada en el aeropuerto de El Prat.
Una no puede ver el mundo de la misma forma después de un año de experiencias, de nuevos amigos, de nuevos paisajes, de pequeños retos diarios y de diez días de retiro. Pero en cierto modo vuelvo a sentirme como ese primer día de viaje. Hoy también dejo un lugar en el que me siento segura para volver a ir de un lado a otro por un país que desconozco, que a veces me irrita, que a veces adoro, pero que siempre me asombra.
Dejo el centro cargando mi pequeño equipaje lleno de miedos, aunque ahora tengo una buena herramienta para enfrentarme a ellos.
Cómo hacer un retiro de meditación Vipassana
Para realizar un curso Vipassana no hace falta viajar a India. Aquí tienes información sobre los cursos en España o en cualquier lugar del mundo.
La reserva se hace en cada centro según disponibilidad.
Es importante que sepas que para realizar un retiro de meditación Vipassana en cualquier lugar del mundo no tienes que hacer ningún pago previo. Si te ofrecen un retiro a cambio de una cantidad de dinero, este retiro no pertenece a la red oficial de retiros Vipassana de su fundador, Goenka, por lo que tu experiencia puede ser muy diferente a la que yo he relatado en este texto.
En los retiros de Vipassana de Goenka la donación se hace al final del curso y es totalmente libre.
También hay que tener presente que el alojamiento puede variar. En mi caso las habitaciones eran privadas, pero en otros centros el alojamiento es en dormitorios compartidos, así como los baños.
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Bueno, veo que para ti también fue bastante duro jeje Pero sin duda merece la pena aguantar hasta el final! Un saludo!
Enhorabona Irene!! El teu relat sobre el limbo es fantàstic: a moments descriptiu, humorístic, sincer, profunt…escrius desde tant a prop, que és com si un mateix ho estigués visquen amb tu! D’entre els teus Dons, aquest és un d’ells!
Però felicitar-te sobretot per haver tingut el valor, el coratge, la fortalesa i la resistència d’aguantar 10 dies de meditació Vipassana i no haver desistit en l’intent!! Ja només per això, estàs més a prop de la Budeitat, jajaja!!
Moltes felicitats, i que segueixis recorrent el món intern i extern!!
Una abraçada molt gran!
Gràcies Nuri! M’alegro que t’hagi agradat. A veure si t’animes a fer-ne un 😉
Gran relato! No puedo creer que hayas logrado reconstruír esos días en un relato tan ameno sin haberlos escrito en el momento. O eres una genia o has tenido mucho tiempo para memorizar las cosas que pasaron día por día, o las dos cosas jajajajaja.
Hacía varios meses no te leía y confieso que me dio mucha alegría llegar al blog y ver que el viaje sigue en pie, que has superado las dificultades y salido al ruedo. Te felicito 🙂
Sigo leyendote como hace más de un año! Abrazo
Giu
Qué alegría verte por aquí otra vez! Se te echaba de menos 😉
En las horas muertas me contaba a mí misma cómo había sido el día, así que esa costumbre ha ayudado a construir este relato. Me alegro que te haya gustado.
Un fuerte abrazo!
Extraordinari, he rigut molt, i la mama no vegis, quina experiencia, com costa trovar-se a un mateix!
Al principi semblava un post humoristic, quin riure quan et segueix la noia i mes encara quan et treuen del traster, jajajajaja.
Pero despres es veu lo dur que deu ser estar tans dies buscant el teu interior. Espero que et sigui molt util.
Has fet un post fantastic, enhorabona.
Gràcies! Ara us toca provar-ho a vosaltres…