Viajo sola. Hace cuatro años que me muevo por el mundo sin más compañía que la de mi mochila y nunca me he arrepentido de haber tomado la decisión de comprar un billete a Indonesia sin fecha de regreso. Sin embargo, desde ese día mi vida no es un bonito cuento de hadas en el que todo sucede según mi voluntad viajera. Hay días grises y malas experiencias que no caben en los folletos turísticos.
CUANDO VIAJO SOLA NO ME GUSTA… [su_divider top=»no» divider_color=»#dfc566″][/su_divider]
1. DESESPERARME PORQUE NO PARA NINGÚN COCHE
Cuando me desesperé porque habían pasado quince minutos y ningún coche había respondíido todavía a nuestro letrero que apuntaba hacia Penticton, mi compañero de viaje me dijo que o era muy impaciente o había tenido mucha suerte. Reconocí que pecaba de ambas. Sé que me falta paciencia. De hecho considero el viaje en autostop como un ejercicio para trabajar esa cualidad. Pero lo cierto es que pocas veces he tenido que esperar más de diez minutos en la carretera y eso me ha convertido en una viajera consentida.
A veces me sorprendo juzgando a todos esos conductores que pasan de largo frente a mí, y no me gusta ser así. No quiero olvidar que viajar en coches ajenos es un privilegio, que nadie tiene la obligación de parar y que mi viaje no es más importante que sus razones para ignorar mi pulgar.
2. SENTIRME VULNERABLE
Algunos afirman que estoy loca por viajar sola a dedo. Puede que tengan razón, pero habría que matizar que soy una loca con momentos de lucidez. Soy consciente de mi propia vulnerabilidad cuando me acomodo en el asiento delantero de un coche desconocido, cuando llego a una ciudad por la noche o cuando planto mi tienda de campaña en medio del bosque y me acurruco como una bolita dentro del saco. En esos momentos creo ciegamente que me puede pasar cualquier cosa: Lo más improbable (encontrarme con un psicópata) y lo más imposible (que un fantasma me acose en el bosque), y lo peor es que no sabría cómo reaccionar.
3. SENTIRME INCÓMODA EN CASAS AJENAS
Soy introvertida y a veces me da incluso por ser tímida. Si durante el viaje me aloja alguien que es aún más raro que yo, la situación se vuelve incómoda, por lo menos para mí.
El hogar ajeno no es mi casa, por mucho que los buenos anfitriones insistan en lo contrario. Estoy ahí de paso. Soy una invitada y como tal me debo comportar si no quiero que el anfitrión sienta que su espacio ha sido invadido. Eso no me preocupa. Creo que se me da bastante bien sentirme como en casa en lugares que no son mi casa, pero si la conversación con el anfitrión es casi nula y tengo que hacer yo todo el esfuerzo para que la experiencia no se reduzca a «una noche gratis», me agoto, me incomodo y solo siento ganas de irme.
4. VOLVERME INSENSIBLE A LAS DESPEDIDAS
Poco antes de comenzar el viaje en autostop por América de norte a sur, una de mis amigas más cercanas se despidió de mí con cara de pena. «Ya deberías estar acostumbrada, ¿no?», le dije, y enseguida quise recoger esas palabras una por una para tragármelas de un bocado.
Cuando viajo también digo adiós a gente que en pocos días ya se han convertido en amigos. Les doy un abrazo e intento pensar lo menos posible en que es muy probable que no los vuelva a ver nunca más en la vida. Incluso ahora, escribiendo estas líneas, recuerdo a Nakuy, a Paul y a Jim y solo logro que se me escape un breve suspiro interrumpido ahora mismo al darme cuenta de que se me va a escapar el metrobús hacia el centro de la ciudad de México.
Me da miedo estar tan llena de despedidas que ya no me importen.
5. DESEAR VOLVER A CASA
Y aunque la tristeza no aparezca en el momento de la despedida, también me toca sufrir la nostalgia de no estar en casa. No me gusta perderme el nacimiento de los hijos de mis amigas, sus bodas, el cumpleaños de mi madre, de mi padre y de mi hermana; los besos húmedos de mi abuela, los cafés en el Viena, una conversación frívola en un lugar familiar con alguien al que no tenga que esconderle que me siento triste. A veces el mundo es un lugar demasiado extraño y solo quiero ser yo misma sin tener que dar explicaciones.
6. QUE TODO ME SALGA MAL
Hay días en los que todo sale al revés. El plan A se va al garete, el plan B no sale cómo querías y el plan C… El plan C ni siquiera existe. Y, por si no fuera suficiente, ya te he contado que no tengo paciencia. En esos momentos solo quiero una cama y echarme a llorar hasta que todo se solucione por intervención divina. Pero a veces esa cama no está cerca y las lágrimas no se llevan los problemas, así que no queda otra que buscar soluciones en un medio extraño rodeada de gente extraña. De todos modos, a un viaje no se le debe pedir que sea siempre de color de rosa. Sería aburrido.
7. PERDER LA PACIENCIA
Quizás estoy insistiendo demasiado en que soy impaciente, pero es que realmente es uno de mis peores defectos y el primero del que me gustaría desprenderme. Si hay algo que ayude menos que la impaciencia en un viaje, por favor, házmelo saber en los comentarios.
8. SENTIRME MAL POR NO QUERER VERLO TODO
Estoy aprendiendo a pasar de las listas sobre todo lo imprescindible en tal o cual ciudad/país, pero a veces no puedo evitar sentirme como una terrible holgazana que ha pasado una semana en la capital y no ha visto ni la mitad de lo que las guías recomiendan. De repente recuerdo que es muy probable que nunca más vuelva a ese lugar y ¿qué he hecho sino cualquier otra cosa que podría estar haciendo en casa? ¿Para eso me voy a la otra punta del mundo?
Puede que no haya excusas para perderse Zapopan cuando viajas a Guadalajara porque prefieres invertir el día en leer, en ver una serie, en escribir, en pasear sin rumbo por calles ya conocidas; pero cuando llevas varios meses en movimiento, si no te das permiso para dejar a un lado el mundo y ocuparte de ti misma, te puedes cansar de viajar.
9. PENSAR QUE TODO SERÍA MÁS FÁCIL SI NO VIAJARA SOLA
Escoger la mejor ruta, escribir un cartelito que llame la atención, plantarte sola en la vereda de la carretera, aguantar la sonrisa durante cinco, diez, treinta minutos o hasta seis horas; intentar no dormirte en el coche, buscar temas de conversación con el conductor, ser una buena copiloto, llegar a un lugar desconocido, buscar dónde dormir… A veces viajar sola acaba siendo un trabajo a jornada completa sin posibilidades de delegar ninguna función. Me encanta mi trabajo, pero reconozco que hay días en los que estoy demasiado cansada para lidiar con el viaje yo sola.
Ahora mismo recuerdo con nostalgia esos dos meses que pasé en el noroeste de la India viajando con Cristina. Si una estaba cansada de dar vueltas por la ciudad sin encontrar un hostal barato, se podía tomar el lujo de pasar el relieve a su compañera. Si una no tenía fuerzas para lidiar con la complicada red de transportes de la India, quizás la otra tenía la paciencia de explicárselo. Si una tenía miedo, la otra tenía un poco menos.
10. SENTIRME SOLA
También reconozco que cuando viajo sola hay momentos en los que me siento sola, y cuando no viajo también. Ese es un mal de la vida que hay que llevar a cuestas incluso en casa. El camino no me ha dado la solución a este problema ni a muchos otros, ni espero que me la de.
11. ENFERMARME (O QUE ME DEN ATAQUES DE HIPOCONDRÍA)
En Taiwán pasé unos días raros en el baño. No quiero ser desagradable, pero no me queda otro remedio si quiero que entiendas la situación.
Seré breve y concisa: No salía nada sólido. Solo un líquido aceitoso que olía a mar. Parecía que mis intestinos no procesaban nada más que grasa de pescado. Me alarmé e hice lo peor que se puede hacer cuando una está asustada por su salud y no ha contratado un seguro médico: Consultar en internet. El diagnóstico que me dictó un artículo de divulgación médica es que muy probablemente iba a morir de cáncer, pero resultó que simplemente mi cuerpo no asimilaba la carne de un pescado que suelen vender como mero y no lo es.
Mi cuerpo se fue recuperando poco a poco siguiendo su propio proceso, pero el gran susto que me llevé en el baño de ese apartamento de Taipei se ha repetido en varias ocasiones.
Lee > Iati Seguros de Viaje vs World Nomads: ¿Cuál te conviene?
12. PERDERME
Recuerdo perfectamente mi cuarto día en Indonesia: Anduve cinco horas perdida por la ciudad de Bandung. No sabía como volver a casa y la trama de buses, taxis y bemos se me hacía indescifrable. Además, la gente no hablaba inglés y no sabían ni siquiera cómo describir el color del autobús que debía tomar.
En China no llegué a encontrar nunca el hostal que andaba buscando por Quanzhou. Acabé pidiendo ayuda, con Google Translate mediante, a los recepcionistas del único hotel que encontré en la ciudad. Tardamos cuatro horas en entendernos, pero finalmente me llevaron en moto al hostal más barato del centro de la ciudad.
Podría seguir contando historias sobre rumbos perdidos y todas tienen un final requetefeliz. Pero el interminable momento de tensión al darme cuenta de que ando perdida y sola en una ciudad complicada y desconocida no es agradable.
13. QUE ME FELICITEN POR VIAJAR SOLA SIENDO MUJER
Hay elogios que me hinchan el ego, como el que me regaló Ron de camino a Canyon Beach: «Eres una mujer muy fuerte por estar viajando sola». O David, dirección a Guanajuato: «Me alegra que estés haciendo este viaje y de este modo, especialmente porque eres mujer». Pero luego pienso en cómo estos apuntan hacia mi condición de mujer y no a la de viajera y empiezan los problemas.
Me gustaría que algún día nadie se sorprendiera porque una mujer viaja sola, ni que se pusiera en duda su seguridad, ni se le alertara de todos los peligros que corre su cuerpo si sube a coches de extraños. No quiero sentirme más vulnerable ni insegura en el mundo por pertenecer a un género al que se le supone que debe quedarse en casa.
Lee > El mundo no es lugar para mujeres
14. EXTRAÑAR LA VIDA SEDENTARIA
A veces parece que estoy condenada a ser una eterna insatisfecha. Cuando estoy en casa echo de menos las novedades del día a día de una vida de viaje. Y cuando estoy viajando hay días en que solo quiero una rutina de la cual pueda cansarme. Entonces busco trabajo y me quedo un tiempo en un lugar hasta que vuelvo a echar de menos el movimiento. Y así, entre ciclos, voy tirando adelante estos cuatro años de viaje.
15. TENER MIEDO
Mentiría si te dijera que cada vez que me planto al lado de la carretera con el pulgar alzado no siento miedo, ni siquiera un poquito. Ya no preparo la mochila convencida de que voy a morir, como el primer día que me propuse cruzar Canadá en autostop, pero siempre hay una pequeña parte de mí que tiembla y reza para que no se pare un psicópata. También mentiría si te dijera que cada vez que acampo sola en el bosque no rememoro el episodio de esa noche en Portugal en la que me despertaron los faros de un coche y una voz de hombre a las doce de la noche.
No me gusta cargar con mis miedos, ni mucho menos con los ajenos, pero no queda otra que asumir la omnipresente presencia de ese compañero de viaje forzado. Por lo menos los miedos del camino son menos pesados que la monotonía de una vida en la oficina.
¿Hacemos terapia de grupo?
[su_divider top=»no» divider_color=»#dfc566″][/su_divider]
[su_row][su_column size=»1/2″][/su_column]
[su_column size=»1/2″]Si tú también has dudado alguna vez de esta fórmula para ser feliz y, a pesar de todo elegirías una vida nómada ante cualquier vida de escritorio, deja un comentario contándome todo aquello que no te gusta que te pase cuando viajas (pero siempre te pasa).
¡Que empiece la terapia![/su_column][/su_row]
Dominique dice
Me ha encantado, creo que es uno de los miedos que uno supera poco a poco cuando se pierde en un país extranjero y que no habla la lengua de uno y tampoco inglés. Historias y anécdotas graciosas salen de esas pérdidas. Recuerdo la primera que me perdí en Francia, ya era algo de noche, pero como era invierno había oscurecido muy rápido, era mi primera vez en Europa, tenía 19 años. viajando yo sola y no había absolutamente nadie en la calle. Tenía que volver a ‘mi casa de acojo’ pero no tenía ni idea cómo volver, no recordaba como lucía la calle, nada y mi celular estaba descargado. Encuentro una mujer, le pregunto si sabe donde esta la calle y me responde que no me entiende lo que dice, le pregunto a otra persona que encuentro y me dice que ella también esta extranjera y esta perdida. Pense que iba a morir por unos segundos jajaja
Las siguientes veces que me perdí en Francia, no tuve miedo después de eso.
Irene Garcia dice
Hola Dominique! La verdad es que hay momentos muy estresantes cuando se viaja, pero dan a pie a buenas anécdotas y a conocer gente maravillosa. Poco a poco uno se acostumbra a esas situaciones y aprende a mantener la calma. En esos momentos, a mí me ayuda repetirme una y otra vez que todo va a salir bien, porque en realidad, lo más probable, es que te cruces con alguien predispuesto a ayudarte.
Gracias zpor pasarte por aquí 🙂 Un abrazo!
Irene Garcia dice
Hola Dominique! La verdad es que hay momentos muy estresantes cuando se viaja, pero dan a pie a buenas anécdotas y a conocer gente maravillosa. Poco a poco uno se acostumbra a esas situaciones y aprende a mantener la calma. En esos momentos, a mí me ayuda repetirme una y otra vez que todo va a salir bien, porque en realidad, lo más probable, es que te cruces con alguien predispuesto a ayudarte.
Gracias por pasarte por aquí 🙂 Un abrazo!
Antropoglobo dice
Hola Irene!
Acabo de descobrir el teu blog i he empatitzat molt amb la teva manera de viatjar. Jo fa poc he arribat a la Xina després d’un viatge en autostop desde Barcelona. Acabo d’obrir un blog a on parlo de l’aprenentatge i el viatge com a mitjà per sortir de les nostres vides programades.
Jo també vaig crèixer a Sabadell i per això encara m’ha fet més gràcia trobar-me una catalana a la Comunidad Viajera. Ja fa bastant que viatjo sol amb motxila i sempre miro d’ajudar a tots aquells que m’ho demanen, per això ara he decidit fer el blog. Tot i així, moltes amigues em presenten l’ OMNIPRESENT DUBTE sobre ser dona i viatjar sola. Jo els hi explico que és possible, que he conegut varies noies que també viatgen pel món soles i fent autostop, però em sembla que mai les acabo de convençer.
Des de que t’he descobert els hi recomano el teu blog.
A més, ara i aquí també et demano que si t’interessa, et possis en contacte amb mi, perquè sería un gran plaer tindre una entrada escrita per tu en el meu blog per resoldre tots aquests dubtes que altres noies tenen alhora d’afrontar un viatge soles.
Ja em diras que et sembla la proposta 🙂
Estem en contacte. Una abraçada gegant i molta sort des de l’altre punta del globus!
Jordi
Jordi Cos dice
Ah! El meu blog es http://www.antropoglobo.com 🙂
Irene Garcia dice
Un altre sabadellenc pel món! Ja en som uns quants. Hauríem de proposar al canal de SAbadell que fes un programa de sabadellencs pel món ;P T’acabo d’escriure un correu a través del teu blog. Estem en contacte!
Raisa dice
Hola la verdad también me pasan muchas de las cosas que dices pensé que era la única jajajaja más la de perderme los sitios turísticos en un lugar y después estar arrepentida de no verlos … Buenos vientos
Irene Garcia dice
Nunca somos los únicos Raisa 😉 Por eso me alegra el doble recibir comentarios como el tuyo. Lo de perderse lugares y arrepentirse después nos seguirá pasando, seguro. No tenemos remedio jajaja
Un abrazo!
Jennifer dice
Parecería que no eres tan feliz viajando.Entiendo tus comentarios y mucho!Pero tantas cosas muy negativas las sientes tan fuerte! La impaciencia..por ejemplo.eres ariana? En verdad independiente, y tienes mucho coraje.Pero al terminar de leer la nota…queda una sensación más de pesar que de alegría., de desesperanza….
Al menos esa es mi percepción..!
Irene Garcia dice
Hola Jennifer!
Si no fuera feliz viajando, entonces ¿por qué seguiría haciéndolo? Vivir viajando es para mí una vida feliz, aunque no perfecta. Por eso la razón de ser de esta entrada.
Puedo subir muchas fotos sonriente en el Caribe mexicano en Facebook, pero detrás de esas fotos de paisajes increíbles también hay momentos menos felices, como en cualquier tipo de vida.
Gracias por pasarte por aquí 🙂 Un abrazo desde Tulum!
T.Smith dice
Hello Irene!
Thank you for being so open and honest. I think about you a lot, and about how much you brightened up my life for the few days we spent together. And I am tickled pink that you used the photo of us on Muscle Beach.
<3
Terri
Irene Garcia dice
Hey Terri! So happy to see you here. I remember you a lot too and how you made my last day in USA so fun and zinteresting. I love that picture. It shows how fun was that day at the beach.
Take care Terri.
Big big hug from Mexico!
Laia dice
Ay Irene, me he sentido muy identificada con tu post. A mi también hay cosas que no me gusta que pasen cuando viajo sola, y pasan. Por ejemplo:
– escuchar ruidos extraños por la noche. Me dan tanta ansiedad que no duermo.
– que los hombres me miren fijamente (me incomoda mucho)
– que venga a hablar gente conmigo cuando no tengo ganas de hablar (soy tímida y medio introvertida)
– algunas de las que has escrito tú: sentirme vulnerable, enfermarme, perderme, y otras.
Aún así, y después de haber viajado acompañada en los últimos tiempos, la semana que viene me voy una semana sola a Croacia. Porque echo de menos viajar sola. Pero va a ser un viaje «fácil», porque estoy muy vaga y en vez de cruzar Croacia de punta a punta, me voy a quedar toda la semana en el mismo lugar. Yo también prefiero viajar lento a verlo todo 🙂
¡Un fuerte abrazo y feliz viaje!
Irene Garcia dice
Lo de los ruidos extraños, además si duermes en una tienda de campaña, asustan a cualquiera! Cuántas noches he pasado sin dormir por culpa de ellos…
Fuiste a India? Allí los hombres me incomodaban mucho. Aunque no tuvieran ninguna intención y solo curiosidad te clavan unas miradas que no sabes como reaccionar jaja
Disfruta mucho de Croacia Laia, y vente a México, que te va a gustar 🙂 (aunque quizás ya estuviste en tu vuelta al mundo, no?)
Un abrazo!
Laia dice
Gracias Irene!
No estuve en México, me quedó pendiente, estuve en América del Sur (en Chile, Bolivia, Argentina y Uruguay, por si necesitas algo :)). Seguro que México me gustaría 🙂
A India sí que fui, y ahí es dónde las miradas me incomodaban más, aunque eran de pura curiosidad, jaja